Mario Rivero, el dueño del desdén

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Mario Rivero dejó dicho en una de sus Baladas titulada Palabras a un amigo que se llama Dios: “Uno se cansa de estar vivo/ aunque se siga anudando la corbata/ aunque se sienta el tableteo de las ametralladoras/ aunque la muerte caiga engordando la tierra (…)”.

El 13 de abril se cumplieron 10 años de la muerte de este envigadeño, uno de los poetas más iluminados de Colombia. Nacido en Rosellón en 1935 como Mario Cataño Restrepo, se fue del pueblo de las vigas al inicio de La Violencia, agobiado por haber sido víctima de aplanchadores —sectarios partidistas, que atacaban con planazos de machete a sus contrarios— y, después de probar suerte en Estados Unidos, aquietó sus plantas en Bogotá.

Cantante de tangos, cuidador de gallinas —mal cuidador: se le murieron de peste varias centenas en su galpón—, director del Magazín Cultural Monitor de Caracol, comentarista de arte en la revista Diners… Perteneciente a la generación Mito, Mario fundó, con Aurelio Arturo y Fernando Charry Lara, la revista Golpe de Dados, que funcionó de 1972 a 2009.

Obeso, artrítico, hipertenso y dueño de unas patillas generosas como de charro, en lo personal y en lo literario, parecía el dueño del desdén, por su modo de hablar y de hacer sentir que acaso nada tenía sentido. Solo con Poemas urbanos, editado en 1963, le hubiera alcanzado para su grandeza, pero publicó también Noticiario, Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar, Y vivo todavía y 15 volúmenes más.

“(…) y aunque Tú no estés ni dentro ni fuera/ te pido desde mis dientes de maíz/ que nadie se vaya en el verano”.


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