Los dueños del mundo

Fernando González dijo en alguna página que los animales son los verdaderos dueños de la Tierra. Por eso se les ve “actuando” naturales, descansando donde les apetece y haciendo cuanto les place, sin pudores.
Esta idea contradice el concepto antropocéntrico de suponer que los entes vestidos son amos del mundo y todo cuanto hay en él, y las demás criaturas deben supeditarse a sus decisiones.
Javier Henao Hidrón, en Fernando González Filósofo de la autenticidad (Marín Vieco, 2000. Pág. 88-89) cita un diálogo del autor de Viaje a pie con sus hijos Simón y Fernando, cuando estos tenían cinco y seis años.
«Simón: —¿No es cierto, papá, que Pierrot (un perro muerto) está en el cielo?
El papá: —Unos opinan que no y otros que sí; otros dicen que no saben.
Fernando: —¿Y por qué no se van los animales para el cielo?
El papá: —Parece que el hombre no quiere que los animales vayan al cielo porque entonces no podría maltratarlos, usar y abusar de ellos. Si los animales tuvieran alma inmortal, no podríamos comernos las gallinas, montar los caballos, cazar los animales salvajes, etc.»
Hoy, lentamente se abren camino ideas sobre el cuidado de la Naturaleza. Por eso da pena enterarse de la existencia de personas que segregan a perros y gatos de ciertos espacios, como conjuntos residenciales, tiendas y plazoletas, porque “pueden ensuciar o dañar muebles o inmuebles”. No piensan que si en la Tierra solo pudieran permanecer quienes no ensucien ni dejen huella de carbono, solo podrían quedarse las plantas, las piedras y el agua… Los humanos seríamos los primeros en ser excluidos.
Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com