Las letras y la Independencia

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En Viaje a pie, Fernando González dice: “Habíamos principiado este diario: «Sonaban en la vecina iglesia, melancólicamente, las cinco campanadas…», y hemos borrado eso”. Es como si quisiera decir que es preciso romper con la tradición y hacer un camino nuevo.

Esta frase la traigo a cuento porque este libro de 1929 fue elegido por los caldenses entre los más importantes de la literatura de la vida republicana. En la pasada Feria del Libro de Manizales, escogieron 200, uno por cada año de Independencia. La vorágine, de José Eustasio Rivera, fue el más votado. También incluyeron, como no, volúmenes de García Márquez, Álvaro Mutis, Héctor Rojas Erazo y muchos más.

Otra obra de un escritor envigadeño en esa lista es Poemas urbanos, de Mario Rivero. No es extraño porque en Rivero, nacido en el barrio Rosellón, también hay ruptura. Lo suyo es la vacuidad, el hastío y la desazón del ciudadano de hoy.

Antioquia tuvo importante representación en el inventario caldense. Además de las mencionadas, aparecen obras de Manuel Mejía Vallejo, Héctor Abad Gómez, León de Greiff, Piedad Bonnett, Fernando Vallejo, Pablo Montoya, Jorge Franco, Jaime Jaramillo Escobar, Rogelio Echavarría, Porfirio Barba-Jacob, Baldomero Sanín Cano, Tomás Carrasquilla, Gonzalo Arango, Darío Jaramillo Agudelo, Luis Tejada, José Manuel Arango, Juan José Hoyos y Juan Manuel Roca. Lo cual demuestra la vitalidad de las letras de los autores regionales, nunca ausentes en la vida republicana.

Rivero dice: “Esta calle, mi calle,/ se parece a todas las calles del mundo./ Uno no se explica por qué/ suceden tantas cosas en un minuto,/ en una hora, en doce horas/ desde que el sol preña la tierra.”


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