La piel de plástico

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Los desechos crean una piel de plástico que cubre los océanos e impide la evaporación del agua y, por consiguiente, la existencia de las lluvias. Esta es la causa de una sequía mundial que marca el principio del fin de la vida, las culturas y la historia.

La sequía es una novela distópica del inglés nacido en Shanghái James Graham Ballard. Publicada en 1965, detiene su drama en ese que es uno de los escenarios posibles derivados del cambio climático.

Leamos un fragmento: “La lluvia… Al recordar que la palabra había tenido algún sentido, Ransom miró el cielo. Ni una nube, ni una gota de vapor empañaban la fuerza del sol que colgaba allá arriba como un genio siempre solícito. La misma luz invariable, un palio amarillo esmaltado que embalsamaba todo en calor, cubría los campos y caminos al borde del río”.

En la llamada vida real no podemos quedarnos observando el ocaso planetario; debemos ayudar a disminuir la destrucción. La separación de residuos en casa, lugares de estudio y trabajo, es un buen aporte.

Celebro que este año la campaña que invita a practicarla se haya reforzado. Y que se saquemos los materiales aprovechables un día diferente al de los que no lo son. Se logra que los recuperadores, esenciales de la ciudad de hoy, los hallen sin dificultad; se evita que tales materiales se echen a perder con los otros, contaminados.

Si miramos bien, las piezas literarias que pintan distopías, es decir, sociedades indeseadas, son voces de alerta para que actuemos a tiempo y no permitamos que reine la deshumanización.

Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com


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