La divulgación cultural, en cama UCI

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Los eventos culturales son los más relegados en este tiempo anómalo. Lo primero que deja de consumir la gente, en momentos difíciles, son eventos y productos artísticos.

Por ejemplo, el Museo de Antioquia, después de permanecer cerrado 180 días del año pasado, en los últimos cuatro meses, cuando abrió puertas, pasó de recibir 700 visitas al día a 700 al mes. Mientras tanto, el personal de esta institución que en 2021 cumple 140 años se esfuerza por mejorar sus ofertas virtuales para acoplarse a la dinámica de la época… pero no es cuestión de un día. Así pasa en las galerías y, cómo no, han disminuidos las compras de pinturas y esculturas.

Pocos espectadores acuden a las salas de teatro y menos a las de danza; también se nota la disminución en la compra de libros y la asistencia a las ferias. Las personas se conectan por internet a presentaciones, lanzamientos y conversaciones; hasta compran libros en línea. Pero estos asuntos, si bien van en aumento, están lejos de consolidarse plenamente.

No es que se detenga la creación de arte y literatura, pero su divulgación sufre una alarmante merma. Vivimos una “nueva normalidad”, rótulo inventado para nombrar lo anormal. Se refiere a las relaciones que se establecen mientras el virus pandémico siga siendo amenaza. En ella, lo que antes era anómalo, extraño o eventual, se torna común y lo común desaparece o es raro.

Esperemos que en 2021 ceda la pandemia, disminuya el número de contagios y comience, aunque sea de a poco, a mejorar el panorama para las artes y las letras.

Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com


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