Falsos profetas

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No hace falta llamarse Isaías, Jeremías, Jonás u Oseas, sin apellido, para saber que sociedades e individuos serán distintos después de la pandemia del coronavirus.

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Obviamente harán mella en los seres y los grupos estos meses en los que el espejo de la Naturaleza nos ha mostrado —una vez más— que somos tan vulnerables como la más frágil de las criaturas. Y harán mella, cómo no, la incertidumbre, el impacto económico y el auge de la realidad virtual. Lo que ignoramos es cómo se darán los cambios.

Por eso ahora, cuando “pensadores” y “escritores” elaboran “tratados” sobre tales transformaciones, sospechamos de su engaño. Esos libros están en las vitrinas de centros comerciales y supermercados.

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Algunos autores, al principio de la cuarentena, tal vez por suponer que no tardaría mucho, arriesgaron la opinión de que los humanos seríamos mejores terrícolas, menos codiciosos y más sensibles, en un “después” que no se sabe cuándo comenzará. Pero esta tesis se desfondó luego: hemos observado que ni el miedo a la muerte masiva evita que los humanos saquen provecho político y económico de las situaciones.

Se alargó la espera y surgieron falsos augures —Slavoj Zizek y Giorgio Agamben, para mencionar extranjeros y omitir a los nuestros, que abundan— predican el final del capitalismo y el surgimiento de una sociedad en la que los individuos estarán decididamente aislados.

Estas y otras teorías son solo suposiciones sin evidencia. Sus autores, más que pensadores oportunos son vendedores oportunistas.

Como dijo Fernando Pessoa en el poema Tabaquería: “¿Qué sé lo que seré yo que no sé lo que soy?”.

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Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com


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