Escribir para el olvido

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Cruel, pero no lejano a la realidad, el escritor argentino Jorge Luis Borges, en conversación con Ernesto Sábato, dijo un día que los periodistas escribimos deliberadamente para el olvido.

No obstante esta circunstancia, nadie señalaría que no son valiosas algunas piezas que realizamos los de este oficio, por su cuidado estilístico. Son notables ciertos textos por documentados y seguir el camino que marcan los indicios, las pistas y las evidencias de la investigación, no el que dictan los dirigentes o los dueños del capital. Y lo son determinadas columnas de opinión, dueñas de argumentos potentes y visiones independientes, desligadas de miradas unanimistas, y que, por tanto, aportan insumos conceptuales a las discusiones sociales y tomas de decisiones. Hay opiniones, lejanas a la lisonja, que critican costumbres, valores y características de nuestro pueblo, que no por tradicionales son plausibles.

En estos tiempos de redes sociales, cualquier golondrina lanza un trino y se cree periodista. Los oportunistas riegan mentiras que se convierten en noticias con el fin de manipular a muchos. Permanecer conectados cultiva la ilusión de estar suficientemente informados, pero en realidad hay tanta basura informativa en nuestros cerebros que nos cuesta sacar en limpio datos útiles o una idea creíble de la realidad.

En estos momentos, digo también, cuando acaba de pasar el primer Día del Periodista del año —son dos, si no estoy mal informado—y se vuelve a discutir si el periodismo es oficio o profesión, ningún Borges se atrevería a negar que algunas obras periodísticas, por bien escritas, documentadas e independientes, merecen salvarse del olvido, el cual es peor que el fuego.


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