Después de muchos años, tantos que superan los dedos de las manos, apareció el libro de José Horacio Betancur, el escultor de la identidad colombiana.
Con la perseverancia con la que esculpe el agua en las rocas, Miguel Ángel, el hijo del artista —también escultor—, consiguió que el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia editara el volumen, incluido en la colección Vivan los Creadores.
En él aparecen numerosas obras. Las alusivas a seres míticos y legendarios como La Bachué, La Madremonte, El Cacique Nutibara, Atanasio Girardot, El Cristo de los Andes, El Hojarasquín del Monte, La Patasola, La Patetarro y El Bochica; a trabajadores como Chapoleras y Barequeros, y a perniciosos como el Aplanchador y el Bandolero…
Obras monumentales, unas; pequeñas, otras. Exhibidas en espacios públicos o privados. Elaboradas en madera, granito, piedra, mármol, concreto, bronce, yeso y cerámica.
Otras joyas son los textos que integran el libro. Autores como Alberto Aguirre, Carlos Castro Saavedra, León Zafir, Héctor Rojas Herazo y Manuel Mejía Vallejo se ocuparon de escribir sobre la plástica del escultor nacido en el corregimiento de San Antonio de Prado (Medellín) en 1918 y muerto en el corregimiento de Porce (Yolombó) en 1957. El autor de Aire de tango dice:
“Dígase lo que quiera, sin duda alguna Betancur es un hombre lleno de vigor en su obra, dueño de su propio cincel y de sus propias manos con una capacidad de trabajo que pocos tienen en nuestro país, con impulsos creadores a la medida de su directa vocación y con fe en la escultura, en la tradición, en la tierra”.
Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com
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