De humanos y de insectos

Parecida a La metamorfosis de Kafka, pero al revés, como decimos los niños, fue una noticia de hace días: Camilo Flórez Valencia, investigador del CES, la Universidad de El Poblado, descubrió dos especies de insectos y las bautizó con los nombres de sus padres.
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En el relato del escritor bohemio, el hijo, Gregorio Samsa, era tratado como un bicho por parte de su padre hasta que una mañana despertó convertido en uno. En la noticia a la que nos referimos no se alude, ni mucho menos, a una suerte de venganza del hijo convirtiendo en insecto al padre o, mejor, a los padres, sino rindiéndoles un homenaje.
Uno de los invertebrados, encontrado en Remedios, Antioquia, se llama Colloconophora estellae, por la mamá; el otro, visto en Manizales, Problematode robertoi, por el papá.
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En el fútbol hemos oído hablar de la “Mosca” Caicedo, el “Piojo” Acuña y la “Pulga” Messi. Los narradores les han puesto estos remoquetes por notar en ellos características de esos animales. En tales casos, son los humanos quienes reciben el nombre común de esas especies; no al contrario como ocurre en la noticia.
Volviendo al cuento, para cualquiera sería un honor que registren con su nombre cierto animal, vegetal o mineral. Este privilegio lo gozan el historiador envigadeño José Manuel Restrepo, con el género de una orquídea, Restrepia muscifera, desde 1859, y el astrónomo bogotano Julio Garavito, con un cráter de la Luna, desde 1970.
Ya quisiera uno tener por tocayo un guijarro bien torcido o una polilla de las que atraviesan el papel como una aguja capotera.
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Por John Saldarriaga
saldaletra@gmail.com