Qué rico ver a los amigos de nuevo en la mesa

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Durante casi 6 meses el grupo de insaciables “talla 38” nos las pasamos viéndonos las caras por plataformas digitales, brindando con las pantallas, haciendo ganas para salir a comer, lo que más nos gusta en la vida, mientras las fits, hacían lo mismo masticando granola, practicando cardio y Pilates para verse bien lindas.

Apenas anunciaron la esperada apertura, los glotones nos citamos ante los portátiles para discutir el sitio a donde queríamos ir a celebrar el tan esperado reencuentro, para por fin vernos las caras, así sea con los tapabocas, y celebrar la vida y sobre todo agradecer por haber superado al menos esta etapa de la prueba con buena salud, ¡salud!

Después de mirar todas las opciones para el reencuentro escogimos una que se adaptó perfectamente a lo que queríamos con “de todo como en botica” pero esencialmente cocina latina con mucho de colombiana: Malanga del Trópico, como mandado a hacer para nosotros.

 

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Un local delicioso en Laureles, con un ambiente rico que inspira mucha confianza por todas las medidas de bioseguridad, gente bien capacitada que atiende con cariño y carisma y la comida rica, tal cual se ve en las redes: @malangadeltropico, www.malangadeltropico.com y Facebook: malanga del trópico. Es de esperarse que, con ese nombre tan auténtico, no haya lugar a confusiones para encontrarlo.

La malanga es el mismo taro, como se llama en gran parte del país, pero en Antioquia es conocida nada más y nada menos que como mafafa, la cual se ha dejado de consumir con los años y muy pocos la usan para sancochos y sudaos.

Un tubérculo con similitudes de sabor con la yuca y la papa, muy versátil por lo que es muy común en las cocinas andinas colombianas. El uso en las mesas paisas ha desaparecido al igual que la canción que alguna vez fue muy popular: “Josefa que linda tienes tu matica de mafafa”, y tristemente se restringe a contadas familias del campo.

Debo decir que estuvimos súper juiciosos y cumplidores de las normas, con las reservas, la tomada de temperatura, las bebidas espirituosas con moderación, los tapabocas y demás, y como si fuera poco, nos dividimos en dos mesas separadas por aquello del distanciamiento, porque el sitio se presta perfectamente.

Terminamos en puro y legítimo paseo bugueño (de dónde vendrá ese nombre), mujeres felices en desatrase total de chismes y hombres a sus anchas comiendo sin supervisión. Como siempre cuando somos muchos, procuramos pedir casi todos los platos de la carta y el gusto fue tanto que hasta pedimos varias repeticiones.

Creo que no sería justo ni fácil escoger los platos para recomendar por lo extenso de la carta con tantas delicias. La sugerencia es que estudie muy bien la oferta por las redes para que vaya a la fija, pero sobre todo déjese atender y explicar los platos que seguro se va a antojar. Con la venia de mis amigos puedo declararme fascinado con la Cazuela de Mangle, OMG, qué cosa tan rica, comer así y vernos de nuevo. Malanga del Trópico, nos descrestaste, volveremos una y otra vez.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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