Un restaurante en Medellín que es una joya invaluable

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Después de casi 4 años de volver a mi amada Medellín, me encontré una joya invaluable: La Cafetiere de Anita. De esos restaurantes que se vuelven íconos urbanos. Allí donde suceden cosas muy importantes alrededor de la buena mesa. Aun no entiendo por qué no había ido.


Sentado unos días después frente al teclado, me agobió la nostalgia recordando aquellos que se hicieron leyenda en la ciudad y la región: Manhattan, El Club de Ejecutivos, El Club Unión, El Castellano, La Bella Época, la Estación, Las 4 Estaciones, La Hostería de las Nieves, Monserrat, La Fragata, Piamonte, La Tranquera, Doña María, Salvatore, Le Bourguignon, La Res, La Posada de la Montaña, La Aguacatala, La Posada de la Montaña y La Res.

Algunos de carretera inolvidables, como Monte Nevado, Palmitas, Aquí Paró Piano, Casa Verde, El Gran Cacao, De la Vaca a la Boca, El Peñasco, Boquerón, Baltimore, El Reposo, Buena Vista y La Nena. Pude conocer en su época y nunca olvidé esos sitios en donde fui tan feliz y alimenté mis sueños de cocinero.

Recuerdo que cuando cumplí 6 años mi mamá me preguntó qué quería de cumple y sin dudarlo le respondí: que me lleven a comer a un restaurante. Durante esos años maravillosos mis platos favoritos eran los vegetales gratinados de La Tranquera, el fillet mignon, el tournedo rossini, el pollo cordon bleu apanado relleno de jamón y queso, el solomito inglés de Piamonte, los chuzos de Doña María, la bandeja paisa de Monte Nevado y la crema de pollo del Club de Ejecutivos.

Cuando nos tuvimos que ir a mediados de los 80, viajé con todos esos recuerdos en mi memoria estomacal y al volver fue muy doloroso buscarlos para no encontrarlos y darme cuenta de que los años pasan sin consideración. Hoy me pego del amor a mi flaca y mis enanos como antídoto a la saudade y me voy a comer un buen plato de fríjoles para acordarme con emoción de ese cumple en que me llevaron a Doña María de Robledo y pude pedir a mis anchas.

La Cafetiere de Anita es un restaurante clásico de esos que debe haber en todas las ciudades reconocidas por su buena cocina. Tiene alma francesa, pero espíritu latino, fruto de la alquimia de su creadora y chef, Anita Botero, a quien nos presentaron el día que fuimos invitados a una cena con un grupo de empresarios extranjeros de la moda.

Una mujer encantadora en todo sentido, chef grado A de la Cordon Bleu de Londres, que dirige con maestría su equipo de trabajo, en medio de un ambiente refinado muy acogedor. En cada plato es fácil deducir que Anita pertenece a la élite de los mejores chefs del país.

Mi elección esa noche fue la crema de tomate a la naranja y la confit de pato en salsa de uchuva, absolutamente perfectos, pero me pasé toda la comida saboreándome los platos de mis vecinos cercanos de mesa que pidieron exquisiteces como el atún rojo oriental, las chuletas de cordero en salsa de menta y el chateubriand bernaise.

Al final me robé 2 cucharaditas de turrón helado de arequipe y de pudín de dátiles en salsa de caramelo, pero me quedé con las ganas del pastel de ruibarbo y de todos los demás postres de la carta, que son el remate sublime a una experiencia gastronómica de esas que lo dejan a uno reconfortado con la vida. Calle 6 sur N° 43A-92. Informes y reservas en el 3113103. Si quiere decirle a alguien que lo quiere, ese es el restaurante.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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