Conozca este restaurante “escondido” en una casa

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Hay genios locos, como Juan Guillermo Acosta, el creador del restaurante de hoy, todo un personaje, emprendedor, guerrero, dotado con la alquimia del sabor, de esos que no le tienen miedo a nada, que ha sido capaz de construir con sus manos y materiales reciclados “su parche”, un espacio de ciudad creativo, con un ambiente que invita a quedarse muchas horas probando sus delicias. Un negocio hecho a pulso con recetas familiares, muchos libros, investigación y desvelos, hasta donde llegamos en diciembre a la fiesta de Navidad de la empresa de unos amigos.

Entré bastante prevenido, como buen Grinch que detesta los eventos navideños, pero me toca reconocer que una vez subí las escaleras, me di cuenta de que la cosa era en serio y lo que empezó bien se fue poniendo mejor.

Tantos años viaticando me han permitido conocer restaurantes de todos los estilos posibles. Elevado a 80 metros de altura en un comedor sostenido por una grúa, en una cueva a la que hay que entrar a través de una cascada, en un monasterio oscuro con espanto propio, en una burbuja transparente entre un acuario de tiburones, en hamacas flotando en el cañón del Colorado, en una góndola veneciana, en unas ruinas antiguas de un desierto o por las nubes en el último piso de un rascacielos. El sitio de hoy es de esos particulares que vale la pena ir a conocer.

A unas 4 cuadras del viejo renovado puente del Pandequeso, que une Itagüí con Envigado, se encuentra Carpión, al que llegamos gracias a Waze, en un barrio residencial, que, como muchos otros, se ha ido llenando de comederos.

Su nombre tan curioso como el lugar, es el de “un pájarito imaginario de pecho rojo que volaba muy alto”, como lo cuenta el papá de Juan Guillermo, en la nota de bienvenida a la casa, en la que además se lee: “En el buen comer está la vida. Carpión da el nombre a una propuesta de emprendimiento familiar, una búsqueda de nuevas alternativas y de vínculos sociales, de compartir con todos ustedes alrededor de un plato para comer, ejercicio supremo de los seres humanos”.

Un sitio tan atrevido como su chef que, aunque tiene una carta muy bien diseñada, no duda en decir que el que reserva puede escoger lo que se quiere ir a comer, que él se lo prepara.

El restaurante está en su casa, como se evidencia por la cama frente a la cocina en el segundo piso, donde solo hay 3 mesitas en un balcón; esto es de no creerlo.

En el primer piso atiende los almuerzos y en el tercero recibe a los que van después de las 6 de la tarde, entre sofás y sillas comodísimas hechas con estibas recicladas. Todos los días la música cambia, de acuerdo con el estilo de comensales; a nosotros por las canas nos puso Queen y Soda Stéreo.

Esa noche nos recibió con una sangría de padre y señor mío, que sirvió mientras nos contaba que empezó sin un centavo desde su casa con recetas de doña Magda, la mamá, a la que vimos muy pendiente de que nos atendieran como reyes.

Nos sirvieron varias especialidades de la casa: costillas agridulces, pollo envuelto en tocineta, salmón y solomito, todo muy prolijo y exquisito en porciones generosas, perfectas para mi combo de glotones insaciables.

Por supuesto que a los pocos días volvimos con los enanos, que quedaron fascinados con las hamburguesas y los maicitos gratinados. Carpión: Cl. 65 # 44B-68 en Itagüí, teléfono 301 4303924.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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