Un restaurante con una vista espectacular en Manrique

El sitio de hoy es en el centro, pero lo lleva a uno a otra ciudad, a otro mundo. Después de que volví a Medellín y empecé a recorrerla con mis enanos para mostrarles de dónde venía el espíritu paisa que llevan en su sangre, descubrí muy sorprendido que la ciudad progresaba en barrios hacia donde el estado nunca miró.
Cables, tranvía, escaleras eléctricas, parques, bibliotecas y sobre todo, muchos sitios para caminar, que se convirtieron en paseaderos para los zarcos de bermudas y chanclas. Amo esos recorridos de barrio entre pequeños negocios de comidas, en donde no han llegado los remilgos ni las dietas, con vitrinas repletas de empanadas y pasteles gigantes, presas de pollo frito rebosantes de colesterol feliz, buñuelos inmensos, parva recargada de bocadillo y arequipe y toda clase de delicias, que puedo comer cuando voy solo y no me controlan. La Floresta, Castilla, Buenos Aires, El Pedregal, Santo Domingo Savio, Barrio Antioquia, Boston revivieron para la ciudad, así como el más significativo de todos: Manrique.
Fueron muchas las noches de amor en ese barrio tan auténtico como bohemio cuando íbamos a donde Leonardo Nieto a la Casa Gardeliana a tenoriar a las chicas que osaban salir de El Poblado y Laureles, casi siempre sin permiso, a enamorarnos entre los tangos de Sosa, Goyeneche, Rivero, Montero, Libertad Lamarque y por supuesto Carlitos, que dejó el mundo en el Olaya Herrera, a quien veneramos más en Medellín que en Buenos Aires. Poesía pura y nostalgia: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”.
Cada vez que voy por esos barrios me preguntó cuándo será que los constructores recuperan las zonas deprimidas de estas leyendas urbanas en vez de seguir tumbando los pocos bosques que quedan en nuestras laderas. Las ciudades importantes del mundo han recuperado sus barrios antiguos y tradicionales y los han convertido en vivideros deliciosos, sin destruirlos, solo restaurando.
En fin, volviendo a Manrique, el viernes pasado, me emocioné sobre manera, cuando en el grupo de los “talla 38”, como se llama por las barrigas venerables, acordaron encontrarnos en 360° Azotea, en plena 45.
No dudé ni un segundo en aceptar y por supuesto me llevé a la flaca más temprano a deshacer los pasos por entre las calles donde fui bohemio de pelo largo, para descubrir sin sorpresa que nunca había ido “por allá”, a donde rara vez llegaron las niñas bien de colegios bilingües. De aquel arrabal y malevaje poco queda, pero el sitio hoy es una especie de altar dominado por un monumento al más famoso de los cantantes argentinos de todos los tiempos. Me encantaron las escaleras con los nombres de las canciones.
Descubrí otro Manrique, bonito, renovado, delicioso para caminar. Pero la sorpresa mayor fue subir en ascensor hasta el restaurante, que es como los rooftop de moda en New York, en un último piso con una vista espectacular. Un gran salón con bar, pizzas, hamburguesas, asados, helados y otras cositas, en medio de un ambiente tan delicioso como sus platos.
Tan rico para ir en familia como en combos de amigos. Vale la pena informarse en @360°azotea ya que supe que hacen eventos musicales y stand up comedy. Para hacerle honor al nombre nos “empetacamos” felices de todo mientras las chicas fit atacaban cocteles magníficos, hablaban de zapatos y nos miraban feo. Como queda en la Cra. 45 # 69-41 puede llegar muy fácil con las conexiones del metro. Reserve en 5577854, abre desde las 3:00 p.m. Ver madurar a Medellín es formidable.
Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com