En el barrio Manila hay reverendo pollo

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Todos los días doy gracias por ser tan feliz haciendo lo que me gusta: cocinar, comer y escribir. Tengo la gran fortuna de gozar por igual, sentado en una acera comiendo corrientazo de 5.000, que en un restaurante de alto turmequé engullendo foie gras con trufas del Perigord. De hecho, creo que me siento mucho más a gusto sentado en la acera.


Tengo una mujer hermosa que piensa como yo y dos chicos que nos copian. Aman como sus papás, la comida y la naturaleza, dos de los placeres más elementales. El tiempo pasa inevitablemente y lo mejor que les dejamos a los hijos son buenos recuerdos.

Mi papá me sentaba a la orilla de un río a comer pollo envuelto en huevo con papas cocidas y me decía: “mijo, esta es la felicidad, no la busqués más; no le pongás condiciones a la vida”. Hoy entiendo lo que me quería decir. Será por esos años maravillosos, que desde pelao me encanta comer pollo.

Por allá en los 70, sólo en las ocasiones especiales se servía pollo, será por eso la frase “¿quién pidió pollo?”. Entomatado al jerez, americano relleno con ciruelas, belga con queso crema, mantequilla y yerbas, el gratinado con espárragos llamado “budinga”, las crepes y quesadillas, el caprese y los blinis, entre otros, eran de celebraciones. Mientras el sancocho, el ajiaco, el sudao, el arroz con pollo, la sopa campesina de verduras, la sopa de arroz y la milanesa eran platos caseros poco frecuentes ya que sólo se conseguían pollos de granja, “de gallina corrida”, mucho más costosos que la carne.

Muy distinto a hoy, cuando en muchas casas, como en la de los Azafrán, se come más pollo que carne, por la versatilidad y facilidad de sus preparaciones. Hacer pollo maluco es difícil, aunque sí los he comido terribles en un par de negocios.

Me tocó la llegada de los asados en rueda de Chicago o espeto giratorio, a la broaster y a mediados de los 90 las alitas a la manera de Búfalo, apaisadas que nada tienen de parecido a las americanas. Detesto el chuzo de pollo en todas sus formas, un invento desafortunado.

Pero bueno, prometí solo hablar de las cosas que me encanten, como esta maravilla que descubrimos la semana pasada luego de que la flaca leyera en las redes de su admirada amiga Cris de las superpoderosas, una nota sobre Reverendo Pollo… eh ave María, que nombre tan bien puesto.

A la provenzal, bbq o sweet chile, que puede pedir, como hicimos nosotros con las salsas aparte, porque es bien difícil escoger entre las tres.

El reverendo pollo, francamente del otro mundo, es asado al horno, todo un deleite para las chicas fit. Pero fuera de eso, esta gente se inventó varios acompañantes formidables: maicitos dulces cremosos con queso, papas rústicas con una receta única, una ensalada entre asiática y americana delirante, pero lo mejor sin duda son los dos esponjados de maduro, bocadillo y queso o de chócolo dulce, “de rechupete, papi”, como dijo el enano mayor cuando los probó.

En medio de mi calle favorita en el barrio Manila: Calle 12 # 43 D – 38. Pedidos en el 320 2172297. Reverendo pollo: Bocatto di cardinale.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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