Una pizzería de padre y señor mío en Laureles

Me pasé la infancia en Laureles, cuando era un barrio residencial apacible. Vivía en la circular 5.ª, arriba de la 70, así que fui testigo del nacimiento de Mimos en un local diminuto, donde montaron la máquina mágica que emanaba crema de vainilla; Tupinamba, donde probamos las primeras hamburguesas de Medellín, y me tocaron las crepes pioneras de manos de un francés en La Creperie.
Años después cerca de allí abrieron Uno Dos Frisoles con Arroz, un típico que hizo historia. Frente a Bolivariana estaban los helados de Sandú, formidables, y detrás de mi casa, Boogaloo con sus arepas inolvidables con camarón, pollo o carne desmenuzada.
Voy mucho a Laureles, a deshacer los pasos y tantos momentos felices que viví allí tirando la bola al paso, jugando la vuelta a Colombia en tapitas con parafina y futbolito en la calle. No había celulares y por eso éramos tan felices, algo difícil de explicarles a los enanos a los que les restringimos mucho su uso cuando estamos en familia, como en las caminadas de los fines de semana.
Y fue precisamente en una de esas salidas cuando descubrimos BJ Pizza, un sitio formidable, al lado de la Estación de Policía de Laureles, frente a las famosas Arepas Todo al Carbón.
En un local diminuto de esquina, encontramos esta maravilla de pizzas, forzados por los chicos que son los que casi siempre escogen. Somos una familia que ama la pizza, algo tan simple, pero tan rico, que algunos consideran comida rápida, encierra varias de las cosas que más nos gustan, un buen pan crocante recién horneado, queso mozarela derretido tirudo y base de tomates con orégano.
Para la flaca y yo, la pizza tiene un significado especial, ya que siempre fue una alternativa para nuestra etapa de mochileros enamorados escasos de “guita”, pero hambreados. Un gusto que nos heredaron los enanos que las veneran como casi todos los niños.
Prefiero las clásicas, y de todas, la napolitana es mi favorita. Una costumbre que aprendí en Italia, que suelo copiar, es medirle el talento al pizzero pidiéndola; se dice que por ser la más elemental, al final, puede ser la más compleja, ya que para que quede rica requiere de ingredientes frescos perfectos y gran pericia en la técnica.
Muy a mi pesar, no he podido convencer a mis hijos de que en Italia ni siquiera conocen la pizza hawaiana, y siempre sucumbo ante sus “porfa, papi”, de manera que terminamos pidiendo de las dos. La napolitana me dejó gratamente descrestado, con tomates maduros en su punto, buen queso, base crocante y lo más importante, buena cantidad de albahaca dispuesta después de salir del horno.
En el local repleto vi que la gente comía lasañas y espaguetis con el mismo entusiasmo que las pizzas, que resultaron fabulosas, aún aquella con piña, OMG. La señora que nos atendió, queridísima, nos contó que tienen domicilios que abarcan gran parte de la ciudad, pero yo prefiero hacerles el viaje porque nada como una pizza recién salida del horno. BJ Pizza nos encantó, volveremos muchas veces. Carrera 76 # 42-67. Tel: 448 8459.
Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com