Un restaurante de comida de mar que me dejó descrestado

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La vida me ha premiado con la oportunidad de conocer países famosos por sus platos de pescados y mariscos en preparaciones clásicas y otras muy particulares, que desafiarían al mismísimo Andrew Zimmern el simpático chef de la televisión que recorre el mundo en busca de comidas raras, a quién admiro básicamente por ser más calvo y goloso que yo.


En España probé los percebes, nuevos para mí, que son una especie de pata de elefante miniatura con uñas, que se comen cocidos al vapor exprimiéndolos hasta que explotan en la boca con un sabor formidable que nada tiene que ver son su aspecto aterrador.

En Cartagena, pero en la costa chilena, un pueblo de pescadores, comí picorocos, que seguramente inspiraron a los creadores de Alien, que se sacan de rocas marinas con cincel y martillo, desprendiéndolos vivos de la roca, se comen todavía retorciéndose o apenas pasados por agua caliente; una experiencia tan interesante como desafiante de la que no me quedó el sabor, solo el susto, ya que me los tragué tan rápido como pude.

He comido fugu, pez globo, que no deja de ser otro reto porque como el pez león puede ser venenoso, pero de sabor delicado y exquisito.

Con mi amor hemos comido mariscos frescos en la Boquería de Barcelona, arenques de sabor intenso en Estocolmo, vieiras entomatadas en la península de Valdés en Patagonia, empanadas de anguila en el mercado de pescados de ciudad de México descomunal que nunca se termina de recorrer, tempura en los puestos flotantes de Hong Kong, Vietnam y Tailandia en donde uno prueba cualquier cantidad de cosas ricas que nunca sabrá que comió por las barreras inquebrantables del idioma.

Eso sí, me he negado rotundamente a comer tiburón y cualquier especie que atente contra la razón y el planeta, ni más faltaba.

A los chicuelos les hemos estado enseñando a cogerle amor a la comida de mar, que lejos es la preferida de mi amada hermosa. Por eso me la llevé de aniversario al de sabores de mar de moda: Pesqueira, y ¡oh!, sorpresa.

Descubrimos un lugar formidable que nos devolvió a las terrazas de la costa portuguesa en donde siempre comimos como príncipes.

Pesqueira es el lugar perfecto para una velada memorable, por la música, los espacios decorados con buen gusto, el servicio amable y profesional, la comida formidable y una carta de cocteles y rones que nos dejó descrestados.

Nos dimos literalmente un banquete pantagruélico que empezó con la sopa del pescador fabulosa, seguimos con boquerones demasiado ricos, la flaca se animó por la caldereta de mariscos, de muerte lenta, y yo sucumbí de emoción ante los langostinos endiablados. Hace mucho tiempo nos queríamos dar un gusto así, por eso volveremos muchas veces.

Ya les prometimos a los enanos que iremos todos, pues quedaron locos de curiosidad y ganas por ir a descubrir este tesoro de sabores exquisitos, que tuvo final sublime en la charcutería en donde terminamos de celebrar el aniversario regalándonos un montón de exquisiteces. Pesqueira, Moito gostoso. Reservas en el 4447397. Cra. 38 # 10 – 55, en El Poblado.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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