Unos de los mejores pasteles de pollo la historia estomacal paisa

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“Se murió mi gallo tuerto, qué será de mi gallina, a las cuatro de la mañana, le cantaba en la cocina, Cocorolló cantaba el gallo, Cocorolló a la gallina…”.

 

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Cuando estábamos chiquitos era famosísimo este gallo que cantaba en la cocina que se murió en la canción pero que resucitó, con todos los juguetes, en forma de estadero. Pocos negocios han tenido un crecimiento tan acelerado como este Cocorolló, llamado por muchos El Gallo Tuerto, que encontramos en las carreteras por La Estrella en la variante de Caldas y sobre la vía a Barbosa, en donde es difícil parquear a cualquier hora, por su ambiente absolutamente familiar, servicio ágil, precios moderados, porciones generosas, pero, sobre todo, por los pasteles de pollo, elegidos por unanimidad de sus miles de clientes, como unos de los mejores de la historia estomacal antiqueña.

Después de que los oí mencionar varias veces por amigos a los que les encantan, estudiando para hacer esta nota, encontré páginas en la web con varios comentarios elogiándolos, como este: “Los mejores pasteles de pollo que me he comido en toda Colombia. La atención es muy buena, el lugar es apto para grupos grandes, los jugos son deliciosos. Un lugar agradable para compartir con amigos y familia. Mucha variedad de comida; desde algo pequeño como un postre hasta un excelente plato fuerte”.

Atraídos por tanta fama, el domingo de la semana pasada nos fuimos todos los Azafrán a Cocorolló con los abuelos, las cuñadas prudentes con sus súbditos abnegados, los enanos y peluche, el can pulgoso del que difícilmente nos despegamos. Ir tantos fue una suerte ya que pudimos pedir gran parte de la carta para probar de todo.

Según averiguamos el negocio empezó en la vía a la costa en un local diminuto y el éxito ha sido tal que hoy cuentan con dos sedes inmensas, en las cuales como dice el slogan “todo en un solo lugar”, hay un supermercado, panadería y repostería, estación de servicio, agrococorolló y por supuesto el restaurante con salones inmensos especiales para grandes eventos y gran zona infantil que no podía faltar.

La carta tan extensa como el sitio, cuenta con secciones para todos los gustos. Por prudencia, viendo el tamaño de las porciones, pedimos dos empanadas y dos pasteles de pollo para empezar, que fueron la entrada perfecta para el grupo; mi suegro prefirió el consomé de bagre que lo dejó sudando, pero feliz.

De ahí, cada uno escogió su fuerte, que terminamos compartiendo, para todos probar de todo, ya que el tamaño de los platos lo permite y la buena sazón lo amerita: chuzos de pollo y de carne, mondongo, bandeja paisa y sudao.

Los chiquis se deleitaron hasta más no poder con el menú infantil que son salchipapas recargadas con pollo y huevos de codorniz. Sobra describir las caras de llenura y satisfacción de todos… cocorolló cantaba el gallo, cocorolló a la gallina… Volveremos por los postres ya que no fuimos capaces esta vez. Compadezco a mis concuñados, OMG.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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