¿Ama la repostería fina? Tiene que probar estas delicias

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A pesar de haber estudiado hasta recibir un diploma, untado hasta la coronilla de chocolate y haberme quemado terriblemente, soy un repostero perverso, el peor que conozco. Otra cosa es que ame lo que suene a calorías bien ganadas con tortas, pasteles, galletas, bizcochos, chocolates, helados, arequipe, crema inglesa, pionono, frutas caladas, cristalizadas, obleas, rollos, lenguas, solteritas, arroz con leche, dulce de natas, gauchos, aplanchados, bocadillo, panelitas, velitas, dulce de moras, maría luisa o miguelucho.

 

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Tuve la fortuna de crecer en una casa donde se veneraba el dulce desde el desayuno con bastante mermelada en la arepa y las sobremesas obligadas con cada comida. La alacena tenía dulces por secciones. Mi mamá, tan linda, le puso candado para controlar mi pasión dulcera, por lo que a los 6 años me hice experto en violar aldabas con destornillador. Me escondía con un litro de leche a dar cuenta de aquello prohibido. Hoy me controla mi flaca, que no engorda con nada, mientras mis tallas aumentan a punta de lechuga.

Hace un par de semanas recibimos un regalo en una caja preciosa marcada Le’ Brown “a taste of love”, una prueba de amor. Oh Dios, qué fue aquello tan maravilloso. Cada día me sorprende más el gran talento de la gente que hace repostería en Medellín, sobre todo aquellos, como Le’ Brown que no escatiman en ingredientes de primera como mantequilla de verdad en vez de sustitutos y cuidan cada detalle en las preparaciones de la más compleja de las especialidades culinarias.

Por algo gran parte de los chefs y cocineros no se arriesgan con esta ciencia avanzada, donde no caben improvisación y experimentación, con tiempos y temperaturas precisas, atmósfera y humedad controladas, cantidades exactas, algo mucho más complicado de lo que parece.

Por eso vemos los dos extremos, el perfecto o prolijo, como calificarían mis profes argentinos de repostería a Le’ Brown, o el desastre, como llamaron siempre mis preparaciones cuando estudié en la Recoleta.

Le’ Brown es un emprendimiento formidable, de esos montados con todos los juguetes, que opera bajo la modalidad conocida como cocina oculta, con mercadeo por redes para domicilios o take out, “pasar a recoger”. Puede encontrarlos en Instagram @le.brownbakery para que se enamore, se antoje y pida. Qué trabajo tan hermoso y delicioso, con una oferta de exquisiteces creadas para dar “una prueba de amor”.

Si bien preparan clásicos a la perfección, tienen varias maravillas de la línea “custom”, o sea hechas a su gusto y medida para regalar. Nos enloquecieron con sus cruasanes rellenos que nos transportaron a las mejores reposterías francesas, tanto que ya probamos muchas de sus delicias como los conos con coberturas, los bloques de chocolate, los corazones y los brownies.

Si ama la repostería fina no dude en contactarlos por Whats App 312 793 5858. Si quiere enamorar a alguien o quedar como un príncipe con un regalo, está en el lugar indicado. Le’ Brown la sacó del estadio.

 

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Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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