¿Dónde comprar las mejores arepas de Medellín?

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Vincent, un nombre impronunciable para mí, al que llaman Vin, es un francés, quien como tantos otros extranjeros, se enamoró de Medellín y se quedó aquí.

Lo sigo en su podcast para emprendedores gastronómicos, pero lo conocí personalmente en estos días a través de Pepe otro galo apaisado, chef notable, dedicado a las hamburguesas. Me impresionó ver como Vin, todo un personaje, se ha adaptado y apegado a nuestras costumbres estomacales, tanto que el tema del que hablamos la primera vez fueron las arepas, que se pasa buscando por todos lados.

Les compra a varias familias que se las llevan a su casa, las trae de pueblos y de varios estaderos. Por eso le prometí que le iba a mandar una lista de mis arepas favoritas, más otras que recomiendan mis amigos del combo de los insaciables, que ocupan casi toda la nevera de los Azafrán.

Hasta el día en que salí del país empezando los 80, las hacían todos los días en las casas. Recuerdo que lo primero que sentía por la mañana era su aroma en la parrilla. Eran grandes, ni delgadas ni gruesas, con los dedos de Graciela, que las amasaba y armaba desde el amanecer y las asaba con los quemaditos perfectos, crocantes por fuera, esponjosas por dentro.

Las comíamos con mantequilla, mermelada y quesito o queso blanco, huevos en cacerola, revueltos o enteros, preparados con mantequilla de bola traída de San Pedro o Yarumal, que les daban un olor y un sabor único, que se grabaron entre lo mejor de mi niñez.

No entiendo por qué se perdieron tan bellas costumbres. Los huevos ya no tienen aroma, las arepas saben a nada, la mantequilla hidrolizada, industrial, es triste y casi nadie usa mermelada al desayuno. Mi flaca, aconsejada por sus amigas fit, algunos días desayuna yogur sin sabor, literalmente, con granola y como gran cosa una arepa de chia o quinoa, bendito sea mi Dios.

Comer arepas caseras de las de antes no solo alimenta el cuerpo y el alma, si no que contribuye al bienestar de muchas familias, detrás de las que hay bellas historias de superación. Por eso hoy en vez de hablar de un negocio, voy a mencionar varios rebuscadores de racamandaca, que nos hacen muy felices.

Salcori en Castilla: doña Berta es célebre por sus arepas de maíz amarillo y blanco que lleva a domicilio a toda la ciudad. Empezó en un balde con carbón frente a su casa. Salcori viene de Salma y Corina, sus dos hijas por las que se desvive. Pedidos al 220 4695 y 300 479 1242.

Isa baja desde San Pedro de los Milagros con las mejores arepas de queso que he probado en mi vida, que no nos pueden faltar. Como si fuera poco, maneja un portafolio de delicias preparadas por otros emprendedores de su región como quesos y chorizos estupendos. Llámela 312 2601143.

La tía Estela en el alto de Las Palmas hace las que compramos en Mercajuste debajo del puente peatonal antes de la glorieta. Asadas en leña, son del otro mundo. Resérvelas en el 3860505.

Ramiro viene a Medellín todas las semanas desde La Unión a traer arepas de pelao legítimas, blancas y de chócolo, de esas maravillosas que enaltecen la cocina paisa. Teléfono 323 293 1358.

Si hace un año sentimos el llamado del universo para apoyar a los pequeños emprendedores, sobra decir que este año de pronto están pasando por más dificultades que antes. Les recomiendo estas, pero hay cientos de familias que necesitan la ayuda de todos para salir adelante. A comer arepa con responsabilidad social. Monsieur Vin, llama a esta gente y serás muy feliz.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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