Juan David Cocina y sí que cocina

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Hace unos días me sacaron como perrito regañado a acompañar a mi mujer a una fiesta de sus amigas, de esas en que todas lo miran a uno raro desde el rincón en que se acorralan a contarse historias y hablar mal de sus maridos, mientras los hombres que por supuesto nunca nos habíamos visto nos sentamos a celebrar los goles del Nacional y a quejarnos por los problemas del país. Como detesto por igual la política y el fútbol me dediqué  a oír y a librar cuanto aguardiente pude y me comí todo el jamón serrano, el maní y las aceitunas de la mesa mientras mis amigos desconocidos se distraían alegando.

Al rato vi entrar un joven chef con su ayudante queridísima, que después supe era su novia, cargados de ollas, cajitas, sartenes y demás equipo de lo que hoy tan elegantemente llamamos “servicio de catering”. La verdad, para ir a la fija, en estos eventos casi siempre prefiero unas buenas picadas de chorizo, morcilla, chicarrones, arepas y patacones para calmar el hambre y ayudarle al hígado, que estos experimentos de nuevos chefs inspirados, pues ya me veía comiendo miniaturas modernistas, pero tengo que decir que me equivoqué por completo, ya que a los pocos minutos, el chef Juan David, afortunadamente interrumpió la charla política y nos contó con lujo de detalles lo que nos iba a servir: rollitos crocantes de pavo, paella de mariscos y postre de red velvet con chocolate blanco.

Pocos minutos de después apareció su novia con los rollitos de pavo que marcaron el arranque de lo que fue una noche llena de delicias gracias a las cuales y al “azul”, que siempre es mucho para mi señora y poquito para mí, terminé feliz hablando de fútbol y arreglando el país con mis nuevos mejores amigos.

Después de dar buena cuenta de varios rollos de pavo que me encantaron, el chef armó su paellera en medio de la fiesta y empezó a preparar una de las mejores paellas que me he comido en Medellín, que me devolvieron a mis días en Madrid cuando al salir de la zarzuela nos íbamos a la archi famosa Arrocería Gala a comer arroces caldosos, como se le dice allí a este plato valenciano.

No es fácil hacer una buena paella, jamás podría hacerla tan rica como el chef Juan David, todo un experto que después contó que daba clases en un supermercado cerca de La Frontera en Envigado, y que en las noches y fines de semana atendía eventos privados. El arroz de primera calidad quedó en el punto exacto de sabor y textura, que según explicó, dependía del caldo con que lo baño. Luego dispuso almejas, calamares y langostinos  que se cocinaron perfectamente, adobados con varias especias, hierbas y condimentos bien balanceados. Me pude servir apenas tres veces ante la mirada fúrica de mi señora que sufre enormemente delante de sus amigas con lo que ella llama mis excesos de comida y bebida.

El remate de la cena fue perfecto con la “verrina”, un postre rico que no conocía, servido creativamente en un frasco con tapa, con una fusión equilibrada entre los dulces y ácidos del chocolate blanco, la red velvet, el maracuyá y el arequipe. Como no saben quién soy yo, puedo decir abiertamente que me comí uno y el otro lo saqué camuflado en el bolso de mi señora que nunca se enteró.

Medellín, enhorabuena, se llenó de servicios culinarios y hay nuevos talentos excelentes como este chef carismático, conocedor de la buena sazón y el servicio. Su negocio se llama Juan David Cocina, esta vez les quedo debiendo el precio, pero según oí es más que razonable. Lo pueden localizar en el 312 8823079. Este señor de que cocina, cocina y muy bien.


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