El templo de los sabores Made in USA en Medellín

La primera vez que fui a un Hard Rock Cafe fue por los ochetas cuando hacía una pasantía en Nueva York y por supuesto casi me enloquezco de emoción al encontrar la ropa exhibida en vitrinas y los instrumentos de muchos de mis ídolos de juventud.
Me acuerdo como si fuera hoy de la costilla bbq gigante, las papas fritas crujientes, los fríjoles bostonianos, el cole slow impecable y el brownie con helado, crema batida y salsa de chocolate; cómo olvidar el mejor margarita que probé en mi vida.
En esos días nos hacían muy felices Queen, Elton John, Kiss, Alan Parson, Cat Stevens, Elo y otros que a los pelados de hoy les suenan tan antiguos y decadentes como nos parecían a nosotros Nat King Cole y Paul Anka. Mis hijos me llaman “cucho” cada vez que pongo mis inolvidables éxitos ochenteros de casette.
Soy de los que defiendo a los gringos por su gastronomía tan criticada por la hipercalórica fast food, ya que he podido saborear y preparar algunas de sus magníficas cocinas regionales como la sureña red neck, las cajun y creole de New Orleans, las californianas de Napa y la bahía de Monterrey, la texana y la del Soho neoyorquino.
Para nadie es un secreto que en San Francisco, Manhattan, Chicago y otras capitales americanas importantes, están radicados algunos de los mejores chefs del mundo, algo que nunca descubrirán aquellos que solo visitan los promocionales de comida chatarra y menos los que se desviven buscando la Fonda Antioqueña por todos los estados de la unión.
Con frecuencia vamos en plan familiar al Hard Rock Café de Medellín, y no me da ni cinco de pena decir que me encanta. Sus propuestas de cocina americana moderna con porciones grandes, muchos acaramelados, fritos rebosantes, porciones descomunales de freedom fries, carnes de 12 oz, pollos apanados y glaseados, salsas ricas y muy buenas ensaladas, me siguen gustando tanto como cuando tenía pelo y walkman.
La carta de cocteles es variada y rica. La selección de postres parece diseñada para mantener a la nutricionista de mi mujer que se deleita plena de felicidad mientras protesta por su falta de voluntad, una contradicción de las señoras que nunca entenderé ya que los kilitos de más comiendo rico no les deben dar remordimiento y les lucen tanto como la sonrisa. Mis hijos pasan felices y se pelean por todas las magníficas hamburguesas.
Pero si algo merece especial mención de esta franquicia popular en todo el mundo, es el servicio amable, eficiente y respetuoso en manos de gente joven, linda y carismática, llena de piercings, tatuajes y pelos rojos, verdes o morados; la selección y capacitación del personal es notable.
Rara vez los hoy llamados food bloggers o los críticos de restaurantes hablan de sitios como este para evitarse terminar en boca de sus colegas ya que generan bastante polémica por tener tantos defensores como detractores. Pero yo me atrevo invitarlo a que vaya, en plan de amigos o familia, eso sí, por ningún motivo se le ocurra pedir muy a lo paisa que le bajen el volumen a la música o que le pongan “amigos con derechos” de John Alex Castaño, no olvide que en todas partes este sitio es reconocido como el Templo del Rock. Yo seguiré yendo a ver a Mercury cantando ”Don´t stop me now” mientras me tomo mis shots de Jack Daniel´s. Yes.
Para que su visita al HRC de Medellín sea memorable le sugiero pedir los clásicos que los han hecho tan famosos en el mundo: dip de alcachofas y espinacas, nachos, búfalo wings, los dedos pollo Tupelo con honey mustard, salmón a la parrilla, langostinos apanados, New York Strip Steak, Cowboy Rib Eye, costillas bbq, pollo ahumado y las hamburguesas legendarias; sin falta tiene que probar el Hot Fudge Brownie, el cheese cake con Oreo y la torta de chocolate molten. Tiene carta de sobra para varias visitas.
Las entradas están entre 12.000 y 25.000 pesos y los fuertes entre 23.000 y 55.000, de manera que puede darse un pantagruélico banquete sin afectar mucho su economía familiar porque las porciones son perfectas para compartir. Vale la pena que se pase por la tienda a ver la ropa y los accesorios de la cultura rock, la mejor.