Encontré el mejor choripán de Medellín

Desde que me acuerdo soy chorizólogo. Mis años maravillosos cuando estaba chiquito, los pasé puebliando con mis papás, cuando ir a Envigado por morcilla era paseo de día entero por la carretera de El Poblado rodeada de fincas hermosas.
En esa bella época los chorizos eran muy distintos a los de hoy. Casi siempre de carne molida, cantidades alarmantes de comino y trozos inmensos de la grasa del tocino, por lo que uno mordía y chorreaba la manteca, que se adhería a la boca y las manos, y por varios días, todo el que se acercaba sabía que uno había comido chorizo.
De ahí que los llamaran “nomeolvides”. De esos inolvidables, quedan muy pocos. Hoy nos parecemos más a los argentinos, por la carne picada a cuchillo, poca grasa y menos comino. Me encantan los que se comen hoy por todo el país, siendo mis favoritos los del Roble, cerca a Armenia, y los de Tarapacá, por Pereira, curiosamente ambos cocidos.
De la segunda trinidad paisa: morcilla, chicharrón y chorizo, la morcilla sigue idéntica pero los otros dos cada día son mejores, como los chorizos de la nota de hoy, extraordinarios.
Llegué a la Tienda de Chorizos por recomendación de un amigo amante del choripán gaucho, la máxima expresión culinaria de esta delicia de la humanidad. Los mejores chorizos del mundo, con la técnica del nuestro, se comen por toda Argentina.
Hace unos años, en La Paz, un pueblito del litoral cerca a Rosario, tuve la oportunidad de verlos hacer, qué maravilla. Nada que envidiarles los de este negocio en Florida Nueva por el estadio, que solo abre fines de semana porque toda su producción se le manda a domicilio a su fiel clientela de varios años.
Lo primero que me llamó la atención y me encantó, fue su tamaño, con uno y un buen pan queda uno feliz; detesto la comida poquita. Tiene tres versiones: uno criollo montañero estupendo, uno con sabores peruanos y otro napolitano.
Como el día que me fui a conocerlos estaba con los chiquis, pedimos de los tres y terminamos llevando varios paquetes de cada uno porque no nos pudimos poner de acuerdo en cuál era el que más nos gustaba. Vale la pena ir hasta allá por el choripán, pero los puede pedir por teléfono en el 304 384 6648.
Conocí a Diego su creador y dueño, cocinero emprendedor de racamandaca, pero él no sabe quién soy yo, por supuesto. Me descrestó su choripán, digno de los mejores boliches porteños. volveré, como dice el tango.
Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com