Los recomendados para comer en Jericó

Cuando hicimos el recorrido buscando chorizos en junio, quedamos con muchas ganas de volver a Jericó. Por consenso general del combo de los “talla 38”, el pueblo que más nos gusta del suroeste por su patrimonio arquitectónico intacto, sin los pecados comunes de la modernización, por sus deportes de aventura, artesanías, como el carriel, nacido allí mismo, por su famoso postre, los dulces de cardamomo, las tortas negras, la comida paisa, pero sobre todo por la hospitalidad notable de su gente.
Si bien el derrumbe de estos días fue un poco alarmante, la semana pasada nos fuimos después de que supimos que todo estaba bajo control y se había superado el incidente. Por ser tantos, con hijos a bordo, reservamos en 2 sitios que resultaron magníficos: Cabañas y Flores y Las Cometas. Nos fuimos desde el viernes, equipados con bicicletas y equipo de trekking, especial para las chicas fitness y los masoquistas, que adoran trochas y caminos de montaña. Al final, eso solo fue una parte del paseo, que resultó toda una aventura para grandes, medianos y enanos.
Los grandes, por no decir los adultos ya mayorcitos, nos fuimos a Cabañas y Flores, un hotel delicioso, muy bien descrito en el nombre. Nos acomodamos en varias cabañas rodeadas de frutales y flores, bastante confortables y bien equipadas donde se duerme delicioso por el clima perfecto. El desayuno que nos hicieron Leonor y Ángel con arepas, huevos y chocolate pagó la ida.
A los pelaos, por petición de ellos mismos, los mandamos para el hostal Las Cometas, en una esquina cerca del parque, donde pasaron rico por su ambiente perfecto para mochileros europeos, con hamacas, camarotes y cocina compartida, en una bella casa muy bien conservada.
El fin de semana tuvo de todo. Los pelaos montaron en parapente con instructor, aterrizando en Cauca Viejo, una especie de paraíso terrenal a orillas del río Cauca, cerca de Puente Iglesias. Varios fuimos a pescar a El Recuerdo, donde nos comimos, con patacones del otro mundo, lo que sacamos en bandejas inmensas.
Los ciclistas se fueron trochando hasta Palermo y los caminantes subieron a un morro de donde trajeron varias fotos de película. La comida fue tan rica como todo el paseo y recorrimos los sitios que nos recomendó todo el mundo. Terminamos haciendo un tour bastante ecléctico y democrático, ya que no es fácil darle gusto a tanta gente. Creo que nos amaron y nos odiaron, pues poner de acuerdo a 27 hablando todos al tiempo no fue ni cinco de fácil.
Aun así, salimos airosos y comimos riquísimo en Tomatitos, una pizzería estupenda en la que nos recibieron con unos deditos de queso con salsa de uchuvas deli. La tardeada de casi todos fue en La Ceiba, una panadería con un surtido de dulce y sal exquisito y almojábanas de muerte lenta, las chicas del trekking prefirieron irse a Bambú, un casero saludable de donde llegaron felices por la comida sin remordimientos.
La comida fue en La Gruta, un típico de primera, donde pedimos cazuelas para unos y trucha para los demás. El domingo empezó en el Café Saturia, magnífico, de esos sitios en los que uno descubre las virtudes del mejor café del mundo, repleto de extranjeros. La despedida, a petición de los chicos, fue en Golem, una hamburguesería de unos venezolanos que hacen su propio pan, de la que salimos descrestados por sus sabores, que sin duda clasificarían para ser la Burger Máster del país.
Volver a Jericó fue un sueño que repetiremos una y otra vez. Reserve ya para esta Navidad porque los hoteles se mantienen repletos de gente que va a conocer la cuna de la santa Laura.
Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com