Este restaurante de menús caseros tiene toda la sazón maternal

En Afrodita, Isabel Allende explica como, el cerebro, cada vez que uno se come algo, hace una regresión a la infancia. Los sabores aprendidos de la niñez, se quedan grabados y son la razón de lo que nos gusta y lo que no.
Por eso cuando probé el domicilio que pidió mi flaca ayer, se me vinieron tantos recuerdos de mi mamá a la mente, que terminé sentado toda la tarde hablándole a los niños de su abuela que apenas conocen en fotos y los platos tan ricos que hacía. Dejé escapar una lagrimita cada vez que mi chiqui diminuta me decía: “papi, cuéntame más de mi abuela”.
Cuando vivía por fuera, marcaba casi todos los días, pagando aquí. Llamar a la casa fue la cura temporal para una mamitis que nunca se me quitó. Las horas tristes y largas de los que nos fuimos sin querer, se iluminaron tratando de preparar los platos de mi casa.
Ese mismo sabor de hogar, de mamá, de esa comida que tan solo pretende expresar amor, lo sentí lleno de emoción con el almuerzo que nos trajeron de Amelia, “cocina con amor”, no faltaba más, que nombre tan bien puesto.
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El recorrido nostálgico por los sabores de mi casa empezó con una sopita de guineo de muerte lenta, de esas que te van directo al alma y te reconfortan con la vida. Recuerdo como si fuera ayer a mi mamá preparándola. La magia de la cocina es lograr que algo tan sencillo se transforme con el calor y el tiempo en un sabor formidable.
Con el primer sorbo, pude darme cuenta que la persona que había preparado esta sopa poseía los dones de la sazón maternal. Me hizo tan extremadamente feliz que de inmediato supe que Amelia sería el recomendado de la semana y aunque no son las recetas el tema de esta columna, no me aguanto las ganas de compartir los secretos de mi mamá para la sopa de guineo: cortar los guineos de varios tamaños, mezclarle un poquito de papa criolla, hacer un caldo de verduras con cebolla blanca, zanahoria y un pollo de que después se usaba para el seco, partir de un hogao con un poquito de mantequilla y un tris de aceite, mucha cebolla de rama, ajo y tomate maduro; al final, se licua la mitad de la sopa y luego se cocina todo en bajo por una hora.
La servía acompañada de grandes cantidades de cilantro y arepas de bola. Por supuesto que no conozco la receta de Amelia, pero su sopa me supo a mi mamá.
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El seco venía con muchacho, muy bien sazonado y seguramente pitado hasta dejarlo en el punto exacto, trozos exuberantes de yuca, arroz, ¿quién puede vivir sin arroz?, ensalada, jugo y bocadillo veleño.
Ante tantas maravillas, corrí al Facebook en donde me di cuenta de que todos los días, este restaurante ubicado en el Mall Ventura (El Poblado, Medellín), tienen un menú casero, cada uno tan rico como el otro. Para estos días en familia, nada mejor que estos sabores con memoria familiar. No dude en llamar al 2661613 o al 312 812 1768 para preguntar qué tienen para hacernos felices hoy. Amelia cocina con amor, mucho amor.
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Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com