Auténticas delicias venezolanas en El Poblado

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He sido un glotón incorregible desde que me acuerdo. Me tocó la creación de muchos negocios de comida que llegaron a la ciudad por los setentas. Hice fila en Mimos a una cuadra de la 70, en donde conocimos los conos de máquina con cubierta de chocolate. A escasos metros de ahí probé las primeras hamburguesas que vio la ciudad en Tupinamba.

 

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Celebré mis 6 años en Doña María de Robledo, una leyenda urbana donde vendían unos chuzos aun nunca superados. Comí arepas con camarón en Boogaloo, crepes donde el francés de la Creperie en la circular 5ª y almojábanas en Autopán en la vieja entrada a El Poblado por Manila.

Una larga historia de amor con la comida, evidente en la talla del pantalón, que poco remordimiento me da, que ha alimentado varias familias de nutriólogos. Y si bien, la súbita invasión de comida rápida a la Medellín setentera nos cambió las costumbres en la dieta y sobre todo en las salidas familiares de los fines de semana, ningún negocio que recuerde causó tanto impacto como un pequeño local en la 33, en los bajos del cerro Nutibara, llamado Savory, más conocido como “arepas venezolanas”, en donde había que hacer largas filas detrás de sus cachapas memorables y arepas con rellenos de menudencias, carne desmechada, pollo, jamón, quesos, aguacate y cualquier cantidad de salsas exquisitas.

Gracias a las arepas venezolanas venero la cocina bolivariana desde la niñez. Con los años pude volver a Venezuela muchas veces, será por eso que me resulta bizantina la discusión sobre el origen de las arepas, entre otras cosas porque no solo se remite a una época en que éramos un mismo país sino porque poco o nada se parecen.

Las arepas venezolanas se preparan con harina de maíz y se comen rellenas. En la frontera del majestuoso Orinoco, las que se preparan con queso costeño rallado y se hacen en sartén, son de muerte lenta y a nadie le importa si la receta es de un lado o del otro.

Como con gran parte de los países libertados por Bolívar, a venezolanos y colombianos es más lo que nos une en la mesa que lo que nos separa. La semana pasada los Azafrán nos fuimos llenos de curiosidad a comer comida “veneca”, dicho con gran cariño, a Chef House en El Poblado, cerca a la Divina Eucaristía.

Qué sorpresa tan maravillosa, que sabores tan exquisitos y auténticos. Cocina urbana venezolana que aprovecha con maestría ingredientes regionales. Si bien su fuerte son las arepas rellenas, son expertos en los célebres Pepitos, sánduches tipo submarino de carne y pollo francamente formidables.

Mi flaca sucumbió de emoción con el aguacate apanado, una delicia que nunca habíamos probado y nos surtimos de empanadas para varios días, que cosa tan deliciosa, sobre todo por las salsas de la casa que las acompañan, de ají, tocineta, maíz y ajo. Chef House, representa con grandeza los sabores de nuestro país vecino. Carrera 36 #7-30. Teléfono 313 795096.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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