Por qué es tan cruel el amor

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Aunque no soy seguidor de Ricardo Arjona, el título de una de sus canciones ilustra de manera muy significativa lo que en muchos casos las personas decimos en torno a la vida amorosa: qué cruel es el amor. Pareciera que no es posible construir vínculos afectivos de pareja en donde el dolor y el sufrimiento no estén presentes y con ello aparece una sensación de desesperanza en torno a la vida amorosa que se vuelve cotidiana. Sin embargo el problema no es el amor ni la vida de pareja en sí mismas, sino la manera en la cual construimos dichas realidades y los modos en los cuales vivimos dichas experiencias.

Aprendemos desde niños que debemos sufrir por amor y que para poder probar algo de sus “mieles”, tenemos que dolernos y angustiarnos; pareciera que ese es el precio que tenemos que pagar, para efectivamente poder llegar a amar. Las canciones que escuchamos en la radio, las novelas que se transmiten a través de la televisión y el lenguaje que usamos para nombrar el amor y la vida de pareja, se convierten en elementos “proféticos” y aquello que tanto tememos, sufrir por amor, ocurre una y otra vez y se convierte en la norma en nuestras vidas.

¿Es posible el amor sin dolor?

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, define el amor como un “sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”. Se recogen allí muchos elementos que son parte de las prácticas culturales en occidente y que expresan lo que buscamos y lo que anhelamos en una relación amorosa de pareja: atracción, reciprocidad, unión, completud, alegría, energía y comunicación. Cuando esto se encuentra sentimos que hemos alcanzado el cielo con las manos y que no hay felicidad mayor a la que se experimenta. Sin embargo, el tiempo pasa, la realidad propia y la de pareja se imponen, y lo que era felicidad, comienza a transformarse en muchos casos, en dolor y sufrimiento.

No es al azar que la misma Real Academia Española también defina el amor como aquel “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. El amor pareciera tener su originen en el sentirnos incompletos y aunque intentamos completarnos con el otro, nos damos cuenta relación tras relación, que eso no es posible. Nadie afuera de nosotros nos completa realmente y si la búsqueda de pareja se construye a partir de este principio, llegaremos a sentirnos frustrados. Podría decirse que gran parte del sufrimiento y del dolor que experimentamos en las relaciones amorosas de pareja, tiene que ver con el intento de encontrar en el otro, aquello que nos falta y como no lo encontramos, el conflicto y la angustia comienza a convertirse en el punto de referencia de la vida cotidiana.

“Aunque suene bastante simple, amar sin dolor puede ser posible “

Aunque suene bastante simple, amar sin dolor puede ser posible una vez dejemos de buscar en el otro aquello que nos falta y nos acerquemos a vivir nuestra vida de pareja, sintiéndonos completos. Desde allí será posible construir con quien nos gusta y con quien nos apasiona, una relación amorosa en donde dos personas que se encuentran completas, se completan de manera aún más amplia. La idea de “encontrar la media naranja” y de unirnos como dos mitades que se encontraban incompletas, habrá de ser trascendida; valdría la pena que nos acercáramos a vivir las relaciones de pareja como “dos naranjas completas” o como “una toronja y una naranja” o incluso como “una piña y una naranja”, es decir, como dos realidades completas que aunque diferentes, pueden construir de manera conjunta y placentera.

Amar para disfrutar

 

El amor no tiene que ser cruel ni la vida de pareja tiene que ser para experimentar dolor o sufrimiento de manera constante. Es claro que vincularse amorosamente con alguien implica renuncias, malestar e incluso insatisfacciones, pero ello no tiene que ser lo común ni lo normal durante toda la relación. Los momentos difíciles habrán de asumirse como parte del proceso de amar, pero podremos construir alternativas más adecuadas y tranquilas para vivir en pareja, independiente del modo que elijamos para concretarla.

En primer lugar se hace necesario conectarse con uno mismo, pensarse y revisarse en torno a lo que se busca y a lo que se desea encontrar en una relación de pareja. La complementariedad es importante y necesaria pero habrá de partir de una sensación de completud que habremos de trabajar y de construir de manera significativa en nuestra propia realidad. Puede ser una tarea larga de realizar, pero se hace necesario emprenderla.

En segundo lugar se hace necesario identificar que toda relación amorosa implica encontrarse con una persona real y dicha realidad cubre tanto los elementos desfavorables como aquellos que son adecuados y tranquilizadores. Las parejas perfectas no existen, los príncipes y las princesas hacen parte de los cuentos de hadas y es desde allí desde donde habremos de construir nuestras relaciones amorosas.

En tercer lugar reconocer aquello que no funciona, que nos angustia o que nos hace doler en la vida de pareja es tan importante como reconocer aquello que nos hace felices y aquello que nos permite disfrutar. Poner el foco en las dificultades permite resolverlas, pero prestar atención a lo que nos permite construir de manera satisfactoria y potenciar lo que nos permite estar juntos, se convierte en una necesidad imperiosa. Esto no se construye de la noche a la mañana y puede llegar a ser un proceso largo, pero vale la pena intentarlo.

El amor y la vida de pareja son y han de ser, lo que queramos que sean y lo que podamos hacer de ellas. No estamos condenados a vivir en relaciones insatisfactorias y disfuncionales, ni la regla ha de ser que de relación en relación nos encontremos con el dolor y con la angustia como elemento central. Es complejo estar en pareja, eso es cierto, pero también, es un espacio posible para disfrutar y para construir.

Juan Diego Tobón L.


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