Las formas del amor

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Aprendemos a amar. Y ello depende de la familia en la cual nacemos y del contexto social en el cual nos desarrollamos. Aunque tenemos características hereditarias que nos permiten vincularnos con otros, las formas en las cuales lo hacemos dependen del entorno, de las representaciones que existen en torno al amor y de las decisiones personales, conscientes o inconscientes, que tomemos al respecto.

La RAE (Real Academia Española) define el amor de catorce formas diferentes lo cual muestra lo amplio que es no sólo el concepto, sino también su puesta en escena. Las tres primeras definiciones hablan de elementos relevantes en nuestro contexto social y que dan cuenta de las formas en las cuales construimos dicha relación con otros. Cuando hablamos de vínculo amoroso nos encontramos de frente con las formas autorizadas por la cultura para llevarlo a cabo y con los significados que se le dan al mismo.

Las tres definiciones iniciales que plantea la RAE comparten un mismo elemento: el amor como sentimiento. La primera de ellas implica la existencia de un sentimiento intenso que parte del reconocimiento de la “propia insuficiencia” y de la necesidad de “buscar el encuentro y unión con otro ser”. La segunda habla del amor como un “sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”. Y la tercera definición habla de un “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”.

Las definiciones, de manera general, no hablan de las formas ni de cómo han de construirse las relaciones amorosas. Se centran en su característica emocional y en su condición vincular, pero no especifican unas características definidas para llevarse a cabo. Sin embargo, los seres humanos a lo largo de nuestra historia hemos validado unas formas de amar mientras que a otras las hemos apartado al considerarlas “anormales”, “peligrosas” o “desviadas”. Esto habla de las condiciones sociales imperantes, que se convierten en los lentes que explican la realidad y que permiten mirar la misma de una manera específica.

Múltiples formas

El discurso cultural que impera en nuestro entorno dice que el amor ha de vivirse en pareja y que esta ha de estar conformada por un hombre y una mujer. En ello la religión ha tenido un impacto significativo. Sin embargo, a lo largo de la historia han aparecido formas diversas que se alejan del paradigma social y que implican a veces sufrimiento tanto para quienes optan por ellas, como para la sociedad que se resiste a la existencia de las mismas.

La soltería, las parejas homosexuales, las parejas abiertas, el poliamor y otras muchas más alternativas, hacen parte de las formas diferentes que a lo largo de la historia han existido y que, en la contemporaneidad, son cada vez más frecuentes en torno a la construcción del vínculo amoroso. Ellas se alejan del discurso paradigmático y problematizan las maneras en las cuales entendemos la vida social, las formas en las cuales concebimos la familia y los modelos bajo los cuales construimos la réplica social.

Lo problemático no radica en la existencia de formas alternativas a la pareja heterosexual, ni en la presencia simultánea en la cotidianeidad de maneras diferentes de amar. La dificultad está en la incapacidad para aceptar lo diverso como algo aceptable y en poder trascender la mirada de la normalidad frente a esta realidad. Cuando se asume que lo normal es la existencia de la pareja heterosexual y que el resto de formas de amar son “anormales” al alejarse del paradigma imperante, se nos complica la vida y se configuran crisis familiares y sociales importantes, que es necesario conocer y asumir.

A la par con estas estructuras alternas que incluyen la soltería, también existen transformaciones importantes en cuanto a la significación del amor. El amor no es sólo un asunto romántico ni algo que tiene que ver con lo trascendente y con lo divino; el amor también puede entenderse como algo pragmático, funcional y biológico. Estas diferentes acepciones confluyen de manera significativa en la actualidad y es necesario pensar en las estrategias para comprenderlo y para desarrollar alternativas que permitan, en la diferencia, pensar más en el amor que en la forma en la cual se vive.

Lo importante es el amor

En consulta, con mucha frecuencia, recibo personas que sufren en dos vías: la primera de ellas tiene que ver con su elección particular y la segunda tiene que ver con la elección que alguien de la familia, ha hecho en torno a la forma de amar. Que se haya elegido la soltería como opción, que se haya decidido el poliamor como alternativa o que se haya optado por construir el vínculo amoroso desde una perspectiva homosexual, implica en muchos casos sufrimiento de parte de unos y de otros.

Al no poder vivir una experiencia amorosa tranquila y libre, muchas personas, hombres y mujeres de edades muy diversas, optan por hacerlo al escondido y eligen llevar una doble vida. Silenciar lo que se desea y ocultar lo que se siente, tiene efectos a veces negativos en la vida de las personas. Sentirse perseguidos y señalados se convierte en algo insoportable y por ello pasan años ocultando su verdadera elección. Incluyo aquí a quienes deciden la soltería, porque en algunos casos son tildados de “egoístas” o de “homosexuales no declarados” ya que lo “normal”, es estar en pareja.

Aunque es necesario conocer y comprender las diferentes formas de amar, es muy importante ubicarse en lo central: en la vivencia del amor. Sentirse pleno, bien sea solo, con otro o con otros, vivir una vida tranquila, amar y sentirse amado, es lo fundamental. La forma ha de ser secundaria ya que lo más importante, y así lo dicen hasta las religiones, es el amor. Que ese sea el centro y que la forma, sea lo secundario (así también sea importante).


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