Carpe Diem (Aprovecha el día)

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Hace ya casi 30 años vi una película que aún no olvido: La sociedad de los poetas muertos. Además de la actuación memorable de Robin Williams, el trasfondo del filme es bien significativo y pertinente en cualquier momento de la vida de las personas y en cualquier momento de la realidad histórica de la humanidad.

Carpe diem, quam minimum credula postero (Aprovecha el día, no confíes en el mañana), frase acuñada en el Siglo I por el poeta romano Horacio, apela a un elemento del sentido común que tiene una potencia significativa en el día a día. Vivir el momento, aprovechar el presente, no aplazar la vivencia y conectarse con la situación, son significados que se desprenden de la frase anteriormente mencionada.

Lo más posible es que todos hayamos pensado en lo anterior como algo necesario para la vida y como un asunto al que es fundamental apelar para la cotidianidad. Sin embargo, esto no se hace tan fácil de concretar e incluso, se convierte en una especie de situación circular a la cual retornamos con cierta frecuencia.

¿Qué hace tan difícil que aprovechemos el día? Pareciera que nos encontramos atrapados entre la vivencia del pasado y sus asuntos inconclusos y la idea del futuro y sus elementos que deseamos realizar. Como lo leí hace algunas semanas en una publicación en las redes sociales, el exceso de pasado se traduce en depresión y el exceso de futuro se convierte en ansiedad.

La vida es ahora

No me gusta pensar la vida como un eterno presente ni hacer énfasis en mi trabajo como psicólogo clínico en eso que llaman “el aquí y el ahora”. Aunque es absolutamente válido pensar en ello como elemento fundamental para conectarse con la propia realidad, estoy convencido que es necesario reconectarse con el pasado y vislumbrar el futuro como elementos integrantes de la realidad y como asuntos con los que es necesario lidiar.

El pasado, aunque ya no puede repararse, sí puede resignificarse y el futuro, aunque no existe, puede permitir la conexión con el deseo vital que mueve nuestra existencia. Pasado, presente y futuro son componentes interdependientes de la realidad y no pueden separarse. Cada cosa que hacemos en el presente, de inmediato se convierte a su vez en pasado y en futuro lo cual muestra su relación absoluta y la imposibilidad de pensarlos como asuntos separados.

Sin embargo y es algo que confirmo con mayor fuerza mientras más vida acumulo, se hace necesario aprovechar los momentos y las personas que hacen parte de nuestra realidad, ya que nunca se sabe cuándo será el último momento en el cual podamos disfrutar de las mismas. Nuestra existencia es frágil y finita, así como la de los demás, y los momentos y situaciones son absolutamente efímeros.

Lo que se vive con alguien, lo que se construye con algo y lo que se vivencia en una situación, puede finalizar en el momento menos esperado. Esto es algo que no podemos controlar y frente a lo cual es imposible estar siempre preparado. Lo más sublime puede extinguirse en un segundo, lo más profundo puede tornarse en algo simple y la situación más estable y clara puede desvanecerse con un suspiro.

Saber que la vida es ahora, habrá de ser un recordatorio más en torno a nuestra finitud, a nuestra fragilidad y a nuestra incapacidad para controlar lo que nos rodea. De lo único de lo que podemos hacernos cargo, es de la forma en la cual reaccionamos frente a lo que ocurre y de las decisiones que tomamos en torno a ello.

No aplaces tu vida

En consulta psicológica es bastante común encontrar que parte del sufrimiento se encuentra ligado con la sensación de no poder disfrutar la vida que se tiene. Aunque se tiene todo o se carece de poco, la sensación de vacío a veces es inmensa. Pareciera que se ha extraviado la capacidad de conectarse con lo cotidiano y que lo que impera, es el sinsentido. Sin embargo, esto a veces se resuelve de manera dramática. La muerte de alguien querido, un accidente, la pérdida de algo significativo o la presencia de una enfermedad inesperada, nos recuerda que esa angustia, aunque válida, a veces es desproporcionada.

De todos modos, no tiene que pasar algo dramático para que nos demos el permiso de aprovechar el día y de conectarnos con la realidad que vivimos. A veces solo basta con hacernos conscientes de nuestra finitud para que algo diferente ocurra en torno a la mirada que construimos de la realidad. Más que una imposición es una decisión que cada uno habrá de asumir y que no tiene un tiempo definido ni un momento particular.

Vale la pena no aplazar la vida, conectarse con aquello que hace parte de la realidad y construir alternativas para que sea el disfrute lo que prime y no la angustia. Así suene a redundancia, para vivir hay que vivir y se hace necesario caminar en función de ello. Recordar y reconectarse con aquellas cosas simples que mueven la existencia, acercarse a aquellas personas que han sido significativas en nuestra historia, resignificar los espacios y las situaciones que vivimos en la vida diaria, son asuntos simples pero potentes, que habrán de ser transformados en la cotidianidad.

Así suene a frase de cajón, la vida es muy corta y aunque pareciera infinita, es limitada y etérea. Lo que tenemos puede desvanecerse en un segundo y una vez ocurre, no tiene retorno. Más que una imposición, es una decisión personal que no puede ser impuesta y que habrá de construirse desde una postura vital que permita trascender el malestar y la angustia para vincularse con una realidad más posible y más disfrutada.

Aprovechar el día no significa desconocer los problemas, ni tiene que ver necesariamente con una actitud positiva frente a la vida. Tiene que ver con reconectarse con la propia existencia, abrir los ojos frente a la realidad con sus múltiples dimensiones y caminar día en día en el reconocimiento de nuestra condición de seres finitos que pueden resignificar su vida de manera permanente para así, aprovechar el día y hacerlo sino memorable, por lo menos significativo.

 

Columna publicada en la edición impresa del Periódico Gente el 23 de Agosto de 2018


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