A salir del hoyo

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En la vida, a veces nos topamos con hoyos, huecos, precipicios y abismos. A veces son pequeños, otras veces son medianos y a veces son grandes (e incluso inmensos y sin fondo).

Hay hoyos que se nos presentan sin esperarlo pero también hay hoyos que buscamos, que cavamos e incluso, que nos inventamos. Y hay momentos en que los vemos de lejos y en lugar de rodearlos, nos vamos de cabeza dentro de ellos. Cuando vemos que estamos a centímetros de su borde, aceleramos y caemos en el fondo del mismo.

Sentirnos en el hueco no es agradable, eso es cierto, pero a pesar de ello, nos aferramos a esto. Aparece una salida, se tiende una mano, nos tiran una cuerda para salir, pero nos anclamos al fondo de manera desesperada.

En la tradición literaria, cuando se habla de los poetas malditos (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, entre otros) aparece una representación simbólica muy significativa ligada a sus obras: el descenso a los infiernos. Siempre es posible estar «más mal» y siempre existen alternativas para tocar el fondo y seguir cavando hacia la profundidad.

Hay momentos en la vida en los cuales puede ser necesario estar en el hoyo, descender hasta lo más profundo y conocer lo que implica estar en el fondo de la angustia y del dolor. Sin embargo, quedarse allí equivale a morir (psicológicamente, simbólicamente y hasta físicamente).

Y aunque esa es una opción e incluso hace parte de las decisiones vitales que tenemos como seres humanos, es posible mirar hacia otro lado, ver hacia adentro, recuperar la energía vital y recomponerse.

Salir del hoyo no es fácil y a veces se toma un buen tiempo. Implica algo de voluntad, mucha decisión y la construcción de una postura frente a sí que permita trascender la pulsión de muerte y favorezca la aparición de la pulsión de vida.

Vale la pena salir del hoyo, es posible recomponerse y es válido y necesario hacerle frente a la angustia desbordada, al malestar innecesario y al dolor creciente.

La vida, aunque a veces se antoja tortuosa, difícil e implacable, está llena de alternativas. Aunque estar en el hoyo también es una de ellas, salir de allí y vivir, implica el encuentro de miles de opciones potentes y significativas que vale la pena recuperar


 


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