Unos perritos gourmets de otro mundo en El Poblado

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En una ciudad en que se abren restaurantes con inversiones multimillonarias, este tipo de sitios, cada día adquieren más valor.

Muchos países del mundo, sobre todo aquellos con gran arraigo culinario, fundan el valor de su cocina en la comida callejera, muy al contrario de lo que pasa aquí en donde las autoridades hacen grandes esfuerzos por prohibir estos emprendimientos tan necesarios para la cultura gastronómica, que son la única posibilidad de muchas familias.

Tanta inversión en acciones policivas, sin compasión alguna, se podría convertir en actividades educativas y programas para generar espacios en donde puedan trabajar, con buen flujo de clientes, porque no se trata de esconderlos y limitarlos a sitios a donde nadie llega, como se ha planteado varias veces.

En una ciudad tan necesitada de empleo, debería haber campañas para promover las cocinas callejeras, no convertirlas en actividades ilícitas. Si en países como México, China, Vietnam, Argentina, Brasil y muchos otros, más cultos y desarrollados que nosotros, se aplicaran las normas de aquí, en un día, la fuerza laboral se reduciría a menos de la mitad, al tiempo que se le daría un golpe mortal a la cultura gastronómica.

Hace un par de años, hicimos una nota de un emprendimiento callejero magnífico empujado por una moto, que sirvió para que al otro día le cayeran las autoridades a sacarlo de su espacio, que compartía con más rebuscadores. Lo más curioso, es que se tuvo que desplazar y su lugar fue ocupado por otros. Mejor ni digo lo que pienso.

En fin, pasando a un tema mucho más agradable, en estos días los Azafrán en combo terminamos sentados en un murito, comiendo delicioso, rodeados de una multitud de comensales felices. El sitio: Perritos Gourmet, al lado del parqueadero de la UVA, que hizo el municipio frente a la entrada del Tesoro en El Poblado.

El día en que se definió la cocina ecléctica, esta familia de guerreros bendecida por la sazón, estaba de primera en la fila, de ahí que su carta, que no es más que un estandarte, ofrezca con igual atrevimiento que orgullo merecido, sushi de salmón, langostinos, palitroques, atún, anguila, calamar, caviar y algas entre otros, perros calientes clásicos, de carne desmechada, pollo con tocineta, albóndigas bbq, además hamburguesas de lomo de cerdo confitado, tocino ahumado, calamares apanados, palitroques, camarones, cebiche o pescado blanco.

Para acompañar tantas ricuras, se inventaron una serie de limonadas del otro mundo. Como si todo lo anterior fuera poco, al momento de pagar se queda uno aterrado con los precios, ya que, ante tal desfile de sabores formidables, la cuenta es diminuta.

“Papi está deli, debes escribir de ellos”, me dijo mi enana preciosa cuando fuimos la primera vez. Una lección para los restauranteros: la mejor inversión es la comida “deli”.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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