El paraíso de los palitos de queso queda en Envigado

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Conocí los tequeños cuando estuve en Venezuela acompañando a mi papá que me llevó de cumpleaños a conocer los Roques, adonde fue a una convención, en un viaje que no olvidaré, cuando me sentí grande con mis 13 flamantes años. Será por eso que con frecuencia me llevo a mi enano mayor a fútbol, a tomar cafecito y a caminar mientras hablamos de la vida, nos escondemos a reírnos y a comer todo lo que la flaca me tiene prohibido. Me enamoré de la cocina venezolana con las hallacas, las arepas rellenas y el pan de jamón. Me duele su situación actual.

A Medellín los tequeños llegaron convertidos en palitos de queso, horneados o fritos, en masa de harina o en hojaldre por allá por los 80. Fritos o al horno, con mozarela, queso costeño o fundido, acompañados con mermelada de mora o piña, se popularizaron por igual en clubes sociales y en caspetes. Lo que más me llama la atención es que la competencia se volvió por el tamaño y hoy se consiguen parecidos a los tequeños apenas más grandes que un dedo, o gigantescos que crecen al echarse al aceite caliente.

Y aunque con la invasión de chamos otra vez encontramos mucha oferta de tequeños, en estos días probé los mejores palitos que me he comido en mi vida, cuando íbamos los 4 caminando por la loma de Benedictinos y los niños se antojaron de entrar a un sitio nuevo con nombre francopaisa: Le Palito, entre otras cosas muy bien bautizado porque literalmente lleva a un nivel de exquisitez francesa esta delicia callejera. Le Palito es una especie de Disney de los palitos de queso y los lleva a otra dimensión a través de la creatividad, el equilibrio gastronómico, la perfecta ejecución y los sabores que lograron mediante combinaciones magníficas.

Y si a los palitos le dieron altura, el local les hace honor a tantas delicias, ya que, sin duda, en un tema de comidas rápidas cachés, es de los negocios más bonitos, agradables y bien montados que hemos conocido.

Sin saber muchos detalles, estoy seguro de que pronto lo empezarán a franquiciar ya que es un modelo digno de replicar por donde se mire. Una de las cosas que más nos llamaron la atención y nos gustaron, es el manejo perfecto del hojaldre, que entre otras cosas venden para llevar y según supe, lo están haciendo para varios negocios; hacer buen hojaldre es una de las ciencias exactas de la cocina, de hecho, son muy pocos los que lo saben hacer bien.

El secreto de Le Palito es haber convertido una receta popular en técnica culinaria y haberse dedicado a encontrar muchas formas deliciosas de lo mismo. Pararse frente a su vitrina es un desafío, ya que es muy difícil negarse a probar todas sus creaciones estupendas. Lo rico es que como los Azafrán somos cuatro, para nosotros es fácil pedirlos todos, para compartir.

Por mi parte me quedo con los de queso crema Filadelfia, peperoni y queso y el de ropa vieja. Mi flaca prefiere el caprese y el de carne con cebolla caramelizada, y los enanos, por supuesto, sucumben ante los de dulce con relleno de pastel de Gloria o Nutella con nueces.

Mi flaquita hermosa y su combo de gallinas bilingües ahora no salen de la terraza adonde se van a tardear y ya probaron las lasañas, volovanes, tortas, galletas y otras cositas que según dice mi amor, cada una es mejor que la otra. Solo hemos ido al de la loma de Benedictinos, edificio Zebrano, pero supimos que el local donde empezaron es en plena avenida El Poblado en el block empresarial donde está Liberty. Le Palito c’est magnifique. Chapeau.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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