Una de las mejores arepas de chócolo del mundo

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Nada que admire más que los restaurantes criollos auténticos, que portan con orgullo la música, costumbres y cocina de su región.

Hasta Barranquilla les hecho el viaje a varios: Los Compadres, El Narcobollo, El Proveedor y Las Vegas, aunque mi favorito es El Cucayo; en todos se come legítima cocina costeña en porciones desmesuradas, como me gusta.

En nuestra capital no dejo de visitar La Puerta Falsa, en el centro, que sigue con sus delicias cundiboyacenses desde principios del siglo XIX, así como muchos escampaderos por Chapinero, La Perseverancia o la 19, adonde se van a alimentar cuerpo y alma y se desafía la dietista con todo el gusto.

Popayán es otro de mis destinos celestiales, adonde voy a visitar al profe Carlos Humberto Illera, el mayor defensor de las cocinas populares del país, que me lleva a los comederos de las plazas de mercado detrás del ternero nonato, sopas de carantanta, empanadas, tamales de pipián y varios de los mejores platos de la gastronomía nacional.

Desde que volvimos a Medellín, todos los años nos escapamos al Congreso Gastronómico de Popayán, de donde volvemos felices por tantas atenciones y aprendizaje, pero sobre todo por las calorías ganadas a punta de placer.

Aquí no nos quedamos atrás, a pesar de que hemos perdido gran parte del patrimonio de cocina popular paisa.

Rebuscando se encuentran joyas en el centro, en barrios casi todos populares, en los municipios circundantes como Sabaneta, Barbosa, Envigado y algunos pueblos empecinados en conservar nuestras costumbres, como Marinilla, Jericó, Bolívar, Puerto Nare, Entrerríos, San Carlos y Angelópolis.

Los Azafrán casi todos los meses sin falta echamos el viaje a Mina Vieja, después de Yarumal, adonde vamos a comer y comprar arepas, y a Santuario, en el parque de Carolina del Príncipe, un restaurante formidable donde venden los mejores fríjoles que conocemos.

Hace unos días, tentados por el Dr. Federico Henao, un amigo anestesiólogo del combo “talla 38” de enfermos por la comida, nos fuimos armados del Waze a buscar la famosa Fonda La Bolita, donde, según nos dijo, se come una de las mejores arepas de chócolo del mundo. Los sibaritas no nos guardamos elogios y adjetivos para estos descubrimientos que nos alegran los sentidos.

La Bolita no es un restaurante normal, pero sí es auténtico como pocos, paisa a morir, donde la gente pasa rico y come a sus anchas mientras suenan Esperando el bus, La jarretona y todas las favoritas de Arelys, Jessi Uribe y Alzate, hasta que llegan los mariachis.

Antioquia en su máxima expresión, a mucho honor. Un programa para todos los gustos en el que no es raro ver montones de monos ojiverdes de bermudas haciéndose selfis, radiantes de emoción cuando empiezan a circular caballos en medio de las mesas.

Su carta, tan ecléctica como el sitio, tiene algo para todo el que va: asados, gratinados, BBQ, calentaos, pescados, lasañas, picadas delis de chicharrón, morcilla y chorizos, arepas gratinadas, es decir, “de todo como en botica” (amaba ese dicho).

Al final, como todo el que va, salimos hablando de las arepas de chócolo impresionantes, hechas en horno de leña, rellenas con abundante mozarela derretido que nos recomendó el Dr. Henao, que, si no son las mejores del mundo, están entre las finalistas. Información y reservas en el 3095731.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


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