Una comida de Ensueño en la Mayorista

comida-recomendada-en-la-mayorista-medellin

Coincido con los cocineros y defensores de la cocina colombiana que se dedican a buscar la esencia de los sabores criollos en casas y negocios populares, donde mandan la sazón y las recetas familiares.

Por eso hace un par de semanas que vi a Lucero Vilches en su nuevo programa de Teleantioquia: Sabores de mi Tierra comiendo en un caspete estupendo en la plaza Mayorista acompañada por Molina mi compañero de sección, no lo dude un instante y el sábado al mediodía me fui con el primogénito a conocerlo.

Apenas entramos a la plaza preguntamos por “La Churris” y efectivamente, como todo el mundo la conoce, en un minuto estábamos frente a su puesto de comidas, detrás de las improvisadas Malvinas, en donde ella cada día sirve hasta 15 platos distintos, a cientos de mujeres que trabajan en la plaza, coteros, tenderos, comerciantes, policías, empresarios, turistas, cocineros, mochileros y muchos otros que se arriman curiosos a ver semejante espectáculo de mujer y de comida, detrás de la que siempre hay largas filas.

¿A cómo el plato? Preguntan los que llegan por primera vez. “mi amor a $5.000, pero si no los tiene no importa, dígame qué quiere comer”. Sobra decir que los platos son generosos, muy generosos, en cantidad como para decir: “¿Quién vive detrás de ese morro?”, pero sobre todo llenos de pura y legítima sazón colombiana, por lo que la multitud que la visita cada día al almuerzo, la venera.

En esta babel de sabores y gente, todos gozan, charlan, se ríen y comen a sus anchas sentados en baldes, la acera, en cajas de gaseosas o parados.

Mientras ella le sirve a cada persona su comida “con mucho amor” como repite constantemente, el esposo cobra y ofrece la sobremesa que ese día era una limonada helada formidable, perfecta para maridar sus delicias de Ensueño, con mayúscula porque realmente ese es el nombre de pila de semejante personaje.

Espaguetis con pollo, pescado apanado o cocido, sopa de fríjoles o costilla, chunchurria, posta, cañón de cerdo acaramelado, hígado, arroz, arepas, lentejas, maduro, hogao, yuca, papa, ensalada, pollo frito, sudado y todo un surtido de sabores de matrona paisa incomparables.

Pero lo mejor sin duda, de los que dimos cuenta con inmenso placer mi enano mayor son los chicharrones picados, crocantes a más no poder, la carne en polvo que me devolvió a la niñez cuando la sabían hacer bien y la lengua sudada, digna de cualquier restaurante con estrellas Michelin, o aún mejor.

Detrás de este tipo de negocios hay historias de vida maravillosas, de guerreros rebuscadores que representan el empuje paisa, de aquellos que se ganan la vida con verraquera, regalando felicidad y transformando vidas a través de un plato de comida preparado con gusto, talento y amor.

Ojalá tantos chefs con egos tan grandes que no caben en sus filipinas, se dieran una pasadita para ver en donde está la esencia de su trabajo. Ensueño, eres una cocinera fuera de serie y un ser humano como hay muy pocos.

Por Efraín Azafrán
efrainazafran@gente.com


Compartir