El asadero más exquisito de Medellín

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Pasé mis mejores días de infancia y creo que de la vida, recorriendo las carreteras antioqueñas en busca de aquellos paraderos y comederos típicos campesinos, que ofrecían sus delicias criollas, cuando no existían el invima ni las normas de sanidad, no había celulares y salíamos a conversar y reírnos en familia, a bañarnos a los charcos y empujar el Simca; éramos muy felices así.

Me tocó ir a Bogotá por la antigua carretera cuando era programa de 12 o 15 horas si nos iba bien y vi la construcción de la Medellín-Bogotá, toda una modernidad en ese entonces. Después llegaron los 80s, los problemas y mi ida a vivir al exterior; extraño mucho esa vida tranquila de ruana oyendo canciones de protesta en long play.

Muy recién inaugurada la carretera más importante del país que nos comunica con la capital, apareció cerca de Guarne un restaurante que marcó mi niñez ya que allí, en el buen sentido de la palabra, descubrí las delicias de la carne. Se me quedó grabado el logotipo que tardé mucho en entender con unas cartas de póker, pero que en resumen decía Asados Exquisitos.  No era difícil verlo, ya que al frente se armaba un taco monumental de carros parqueados a lado y lado de la carretera con familias numerosas haciendo fila detrás de sus platos pletóricos de sabor y tamaño; un homenaje a la cocina familiar hecha con cariño y sazón.

Con el paso del tiempo y después de innumerables filas y placer inmenso, mis papás se hicieron amigos de los dueños, a los que no solo les echaban viaje casi semanal, sino que les encargaban constantemente tamales y chorizos que íbamos a recoger en una ventanita por Laureles; yo sabía que cada vez que iba con mi mamá a la ventana, venían cosas ricas en mi vida.  Muchos años después, nunca olvidaré la carta triste en que mi papá me contaba la trágica despedida de su amigo “el mosco” que nos dejó gratos recuerdos en paladar y el alma.

Hoy, gracias a esa tecnología que me aterroriza, leí en su página web: “ASADOS EXQUISITOS es ejemplo del tesón de una Familia Antioqueña, nació del sentir de una mujer emprendedora y valiente, con un espíritu fuerte y perseverante: OFELIA. La empleada del servicio de su casa materna “Trina”, fue la maestra de esta mujer emprendedora. Ofelia a través de su sencillez, dedicación y trabajo intenso, permanece en las instalaciones de la empresa, como alma de la misma. En los inicios del restaurante, toda la familia conformada por los esposos OFELIA Y ERNESTO, y sus cinco hijos formaron el equipo que todos los fines de semana se dirigían a la finca en el municipio de Guarne a trabajar como vendedores, cajeros, mensajeros, compradores de materias primas, etc.” Hoy la familia Gómez sigue al frente como al principio y sigue siendo tan rico y exitoso como siempre.

El plato que los disparó a la fama fue su cañón de cerdo asado de corte delgado acompañado con una arepa magnífica esponjosa, única de allí, y la ensalada con vinagreta dulce. No conozco otro negocio que haya conservado tan bien las recetas por lo que hoy alrededor de sus platos se generan discusiones tan largas como filas pues es casi imposible decidir qué es lo mejor entre sus chicharrones, chorizos, tamales, morcilla, mondongo o el solomito con un corte similar al del cañón. Admiro de corazón esta familia que ha logrado mantener un legado de sabores tan apetecidos. Lastimosamente ya no voy tanto por cuestiones de trabajo, pero no perdonamos el domicilio de su sede en las transversales. Mi flaca y los peques aman sus sabores tanto como yo. Las historias buenas definitivamente nunca terminan.


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