Tres panaderías recomendadas en Medellín

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Trabajando en Europa tuve un idilio estomacal inevitable con le pain quotidien, que por supuesto he pagado con creces entre la cantaleta de la que sabemos y las constantes citas donde la nutrióloga como se llaman ahora;  pasar frente a una de las más famosas panaderías del mundo,  sentir el aroma del pan saliendo del horno es una tortura para la voluntad y un éxtasis sensorial imposible de explicar.

Por eso cuando volvimos a Medellín para mí fue una agradable sorpresa descubrir que la panadería artesanal,  aquella de las masas madres, la fermentación con tiempo, la más exacta y compleja de las técnicas culinarias había llegado a la ciudad, de manos de jóvenes emprendedores que siguieron un camino que inició hace años Eduardo Madrid en su apartamento de Envigado adonde la crema y nata hacía filas tras sus creaciones. En días recientes tuve la fortuna de conocer tres panaderías-reposterías cuya fama merecida se ha expandido como el aroma del pan caliente: Santa Leña, La Maga y Amaranto.

Santa Leña arrancó según me cuentan en el Mall Indiana y es propiedad de la famosa modelo Alejandra Pereiro y su esposo César. Ha sido tanto el éxito que ya cuentan con varias sucursales en malls y centros comerciales del poblado en donde ofrecen magnífico café de origen, chocolate de abuelitas con molinillo, aromáticas y tés exquisitos y por supuesto todo un surtido de panes, tortas, tartas, galletas, siendo probablemente sus productos estrellas los croissants con quesos, chocolate negro o  blanco. Los fines de semana y en las fechas especiales ofrecen ricos brunchs, ese invento gringo, que no es ni desayuno ni almuerzo si no las dos cosas a la vez,  un programa perfecto para empezar el medio día con omelettes, salmón, parfaits y muchas otras exquisiteces.

Amaranto lo deja a uno sin habla desde que entra a su local en un apartamento de segundo piso, con unas instalaciones únicas que evocan esos sitios maravillosos de París, Nueva York o San Francisco. Para este humilde servidor es probablemente uno de los mejores desayunaderos que tiene la ciudad, por su ambiente, el carisma y  amabilidad de Natasha Moreno su dueña, el servicio impecable del equipo y por supuesto por la oferta de panadería clásica y moderna, su cocina saludable con ingredientes orgánicos y la vitrina de delicatesen en donde se viola la dieta sin remordimientos entre tantos sabores ricos.

El nombre de La Maga hace honor al arte y alquimia culinaria de una de sus dueñas, Elvira Restrepo (hija de una de las tantas sicólogas que alguna vez tuve) que se complementa a la perfección con la queridura y simpatía de Mariana Botero su socia. No es de extrañar que el local en el mall Indiana viva repleto de sol a sol.

La variedad y calidad de sus panes es notable, las galletas de almendras, las empanadas argentinas, el pan con canela, los croissants y las tortas riquísimas han conquistado el corazón de su enorme clientela. Los fines de semana cientos de ciclistas coronan la subida de las palmas con desayunos sensacionales que incluyen buen café, jugos, huevos, chorizos, frutas, yogurt y quesos de primera.

Varias cosas me llaman la atención de estos tres negocios que expresan el progreso de nuestra cocina desde la perspectiva del pan, uno de los más antiguos y el más sagrado de los alimentos: la veneración y el respeto que le imprimen a todo lo que hacen, la decoración impecable, sus locales acogedores, los precios moderados y la oferta variada y creativa.

A manera de recomendación, siento que deberían tener algunas alternativas de parva, repostería y panadería de la tradición antioqueña. Estos negocios que reciben tantos turistas tendrían que convertirse en embajadores naturales de la cocina regional.


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